NÚREMBERG– Los mayores riesgos que enfrenta hoy la economía mundial surgen de la escalada de la guerra comercial entre Estados Unidos y China. En las últimas semanas, la amenaza ha cobrado una mayor relevancia: en tanto las negociaciones se han estancado y los aranceles han subido, los mercados en todo el mundo han registrado temblores de preocupación. Sin embargo, la mayoría de los analistas no reconocen el tipo de efecto que un conflicto declarado tendría en la economía de Estados Unidos y en el mundo.
Es verdad, como ha señalado en repetidas ocasiones el presidente estadounidense, Donald Trump, que su país tiene un gran déficit comercial con China. En el 2018, Estados Unidos exportó bienes por un valor de $120.300 millones a China, una cantidad sustancial, pero pequeña en comparación con los $539.500 millones en bienes que se importaron de China. Mientras disparaba la última salva el 10 de mayo, cuando Estados Unidos elevó los aranceles a productos chinos por un valor de $200.000 millones del 10 % al 25 %, Trump amenazó con imponer la misma tasa prácticamente a todas las importaciones de China. En represalia, China impuso aranceles recíprocos sobre exportaciones estadounidenses por un valor de $60.000 millones que, según está programado, estarán en vigor el 1.° de junio.
Nadie duda de que China, históricamente, ha infringido muchas de las normas globales en materia de comercio y gestión del tipo de cambio. Pero intentar corregir esto ahora aumentando los aranceles a los productos chinos es inútil. Peor aún, perjudicaría desproporcionadamente a Estados Unidos.
La política arancelaria de Trump está basada en un malentendido fundamental de lo que significan los déficits comerciales bilaterales. Consideremos un ejemplo simple. Yo ahora estoy en Núremberg. Cuando el ómnibus que me trajo aquí paró en una zona de servicios, entré a una tienda y compré unos bocadillos y café. Como la tienda no me compró nada a mí, ahora tengo un déficit comercial con la tienda, y la tienda tiene un superávit conmigo. Según el razonamiento de Trump, yo tendría que regresar a la tienda, quejarme de este desequilibrio e insistir en que la tienda me compre una cantidad equivalente a mí.
Si todos los países siguieran esta lógica, rápidamente regresaríamos a un mundo de trueque, y la calidad de nuestras vidas se reduciría marcadamente. Una razón por la cual el mundo de hoy es próspero es porque los países pueden tener déficits con un socio comercial y superávits con otro.
Existen muchas cuestiones sobre las cuales Estados Unidos debería adoptar una posición firme frente a China, sobre todo, respecto del silenciamiento por parte de ese país de sus propias minorías étnicas y religiosas. Pero elevar los aranceles no debería ser un instrumento de elección de Estados Unidos, especialmente cuando China ha avanzado considerablemente hacia un sistema de tipo de cambio basado en el mercado.
Es más, China está tan conectada globalmente que aislarla sería prácticamente imposible. La iniciativa Un Cinturón, Un Camino del gobierno chino de inversiones transnacionales en infraestructura involucra a 126 países y 29 organizaciones internacionales.
La confianza china también se refleja en el tono irónico de sus advertencias. Como dijo recientemente Gao Feng, portavoz del Ministerio de Comercio de China, en comentarios claramente dirigidos a Trump, “Si Estados Unidos quiere seguir hablando, necesita ser sincero y corregir sus malas prácticas”.
Mientras tanto, es probable que la economía estadounidense sufra a consecuencia de los aranceles más altos. Muchos analistas han dicho que los hogares de Estados Unidos soportarán la carga de los costos a través de precios más elevados y un menor consumo. El precio de ciertos productos de indumentaria aumentará; y tal vez llegue el momento de abastecerse de zapatos, el 69 % de todos los zapatos vendidos en Estados Unidos en el 2018 provinieron de China.
Analistas de Oxford Economics estiman que, si la administración Trump aplica un arancel del 25 % a todos los productos importados de China, y China toma represalias en especie, el crecimiento del PIB de Estados Unidos en el 2020 caerá 0,5 puntos porcentuales.
Por más serio que sea el probable impacto a corto plazo, una guerra arancelaria tendría consecuencias mucho peores a largo plazo para la economía estadounidense porque un gran porcentaje de las importaciones estadounidenses de China son insumos de producción. Los aranceles más elevados harán que esos insumos sean más caros o más escasos, lo cual afectará la productividad y la competitividad de Estados Unidos y erosionará el potencial de crecimiento económico.
En el 2018, Estados Unidos importó vestimenta por un valor de $29.800 millones de China y otros $20.000 millones en productos de cuero y afines. Los aranceles más elevados sobre esos productos probablemente perjudiquen a los consumidores, pero Estados Unidos gastó mucho más en insumos de producción, incluidos $186.500 millones en computadoras y productos electrónicos, y un total de $88.600 millones en equipos y maquinarias eléctricos. Si los aranceles sobre estos productos se mantienen altos, Estados Unidos corre el riesgo de ser superado por otros países de la misma manera que el país superó a Japón después de los años 80.
Los responsables de las políticas de Estados Unidos también deberían recordar la experiencia de la India, que hasta 1991 imponía aranceles siderales para proteger los productores domésticos. Las barreras de importación de la India no solo condujeron a precios más altos para los consumidores indios, sino que también, y más importante, afectaron a los mismos productores que supuestamente estaban destinadas a proteger. Sin acceso a insumos de calidad, las empresas indias no eran competitivas globalmente. Fueron las reformas del gobierno entre 1991 y 1993, que redujeron los aranceles a niveles más razonables, las que finalmente impulsaron el crecimiento.
Curiosamente, China depende solo en parte de los aranceles para responderle a Trump. También está recurriendo a otras medidas que probablemente le cuesten menos, como fomentar el sentimiento patriota, apuntar a Boeing y proteger a sus compañías tecnológicas. China, esencialmente, está ganando tiempo, consciente de que es poco probable que Estados Unidos persista en los aranceles altos por mucho tiempo. Y si lo hace, terminará cediéndole espacio a China en la economía global.
Kaushik Basu: ex economista jefe del Banco Mundial y ex asesor económico principal del gobierno de la India, es profesor de Economía en la Universidad Cornell y miembro sénior no residente en la Brookings Institution.
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