El profesor Wolfgang Streeck escribió un libro titulado ¿Cómo terminará el capitalismo? Según su tesis, las crisis actuales superan por mucho a las previas, y esto determina que el sistema social capitalista se encuentre en caída libre hacia su desaparición.
Cuando se lee el libro de Streeck, se descubre el espíritu misionero, redentor y apocalíptico que desde hace unos doscientos años anuncia sin descanso y sin acierto el final del capitalismo.
El fracaso de dichos pronósticos tiene su origen en cuatro causas: un análisis incompleto y errado de varios contenidos con respecto a las dinámicas estructurales del capitalismo; reducir el sistema a solo mercado, consumo y dinero, cuando es evidente que incluye otras instancias claves de naturaleza jurídica, social, política y cultural; no tomar en cuenta la capacidad del sistema para transformar las formas de convivencia; y la vocación despótica, militarista y dictatorial de las ideologías que añoran calamidades y desastres de todo tipo como antesala de la desaparición del sistema.
Debido a estas causas, el resultado histórico obtenido por los movimientos anticapitalistas, independientemente de su signo ideológico, es una de las más grandes paradojas de la que se tenga noticia: el espíritu anticapitalista ha creado capitalismo por doquier y, peor aún, lo ha hecho torturando y asesinando a cientos de millones de personas.
Este hecho criminal, comprobado en actualizadas investigaciones históricas, permite asegurar que, entre 1900 y el 2020, las predicciones apocalípticas de derecha, centro e izquierda han generado pérdidas humanas a una escala nunca antes vista.
Transformación moderna. El capitalismo no es eterno, llegará el día cuando esa palabra desaparezca o se convierta en un fósil de la arqueología social, pero, a diferencia de las ideologías que desean constantes odios, penurias y tragedias como antesala de su soñado paraíso terrenal, estimo que no existe evidencia experimental suficiente para sostener que en este momento el capitalismo esté amenazado por la desaparición.
Ocurre exactamente lo contrario. Se observa una nueva y muy compleja transformación que ahora agrega a sus dinámicas de reproducción social contenidos ecológicos, de progresividad de los derechos humanos, irrupción ciudadana en la gestión política institucional, inclusión social, autogestión, comunidades humanas en Marte, la Luna y otros lugares de la Vía Láctea, e intensificación del impacto de la ciencia y la tecnología en los sistemas productivos, de distribución, consumo y en la vida cotidiana.
Estamos en presencia de una transición del capitalismo hacia más capitalismo con el apoyo entusiasta de quienes dicen ser sus adversarios, a sabiendas de que no lo son.
Analizar el contenido de la política internacional de las grandes potencias pertenecientes a las distintas civilizaciones existentes (occidental, ortodoxa, latinoamericana, islámica, hindú, china, japonesa, africana, budista, etc.), estudiar el manifiesto del Foro Económico Mundial reunido Davos, los documentos de las Naciones Unidas o los planteamientos programáticos de todos los movimientos sociales y partidos políticos de todas las tendencias, evidencia que en ningún caso se plantea la negación del capitalismo, sino su innovación y reproducción ampliada en cualquiera de sus formas: capitalismo liberal, capitalismo ecológico, capitalismo dictatorial, capitalismo de Estado, capitalismo de amiguismos, capitalismo de intereses sectoriales, capitalismo tecnológico, narcocapitalismo u otros.
Ejes transversales. En los textos de Davos 2020, se plantean ejes transversales para el desarrollo futuro de este sistema: ecología, derechos humanos, desarrollo tecnológico, ciencia, educación, capacitación, resolución pacífica de conflictos, aplicaciones sociales de la visión cuántico-relativista y creación de modelos empresariales para impulsar la cuarta revolución industrial.
Según explica Klaus Schwab, la cuarta revolución industrial, a diferencia de las anteriores, se caracteriza por la desaparición de las fronteras entre las esferas física, digital y biológica. Es en el contexto de esta revolución industrial que el capitalismo contemporáneo plantea la necesidad de movilizar la economía en asocio con el medioambiente, eliminar la carga de la deuda a largo plazo, elevar los niveles de inclusión social de los sistemas productivos, evitar una guerra tecnológica, crear un consenso global sobre el despliegue completo de las tecnologías, evitar el desarrollo de conflictos militares e intensificar las conexiones entre los distintos conocimientos, las aplicaciones tecnológicas y las instancias biológicas.
Si se toma como escala de predicción, en los próximos cien años resultará bastante claro que, en el 2120, el capitalismo será un sistema muy distinto al actual, pero seguirá siendo capitalismo porque sus rasgos distintivos no habrán desaparecido: propiedad, pluralismo, diversidad y capacidad para modificar las formas de convivencia social.
La prospectiva de Michio Kaku. En una dinámica histórica como la referida, y en el marco de la actual revolución industrial, resultan interesantes las predicciones del físico teórico Michio Kaku, establecidas sobre la base de un profundo conocimiento de las ciencias y tecnologías actuales y sus tendencias de desarrollo (vea el libro La física del futuro).
Según este científico, de aquí al 2100, las sociedades humanas experimentarán cambios como los siguientes: la mente dominará la materia a través de las conexiones de las computadoras con la biología humana, se generalizará el uso de automóviles sin conductor guiados por GPS y radar, habrá acceso a la biografía e información de las personas al mismo tiempo que se platica con ellas gracias a las tecnologías de reconocimiento facial, se generalizará el uso de dispositivos tecnológicos situados en los cuerpos para detectar con años de antelación enfermedades como la diabetes y el cáncer, la medicina estará en condiciones de singularizar cada enfermedad de acuerdo con las características de quienes las padecen y las personas conocerán su estado de salud diariamente sin ir al médico.
Asimismo, la economía será cada vez más personalizada y será posible ordenar desde el cerebro impresiones en 3D; la presencia de robots se extenderá por el planeta y modificará la vida de las familias, y las estructuras y dinámicas de los mercados de trabajo; se generalizará la virtualización de la educación y también de las reuniones de negocios, conferencias y simposios; y cada persona contará con un avatar tridimensional y proyección holográfica (espacial y temporal).
Ese mundo del 2100, según Michio Kaku, o del 2120, de acuerdo con el parámetro temporal establecido en este artículo, no habrá superado su talón de Aquiles: la desigualdad, que es también el punto débil del mundo moderno. De ahí, que sea necesario convertir la desigualdad en el tema de nuestro tiempo.
Seamos optimistas. Bien lo expresó Helen Keller: “Nunca un pesimista descubrió los secretos de las estrellas ni navegó hacia un país que no estuviera en el mapa ni abrió un nuevo cielo al espíritu humano”.
El autor es escritor.