Una frase sintetiza lo que será el esfuerzo del Poder Ejecutivo a partir del 2020: trabajaremos duro para cerrar las brechas de todo tipo, llegando primero donde más personas lo necesiten más y desatando con valor los nudos que nos detienen, para así crecer unidos como un solo país y una sola sociedad.
No todas las personas en Costa Rica tienen las mismas oportunidades. El acceso y la calidad de la educación es desigual en distintos centros educativos y regiones. Algo similar ocurre con el acceso a la salud y a las fuentes de empleo o emprendimiento, con la calidad del agua, la conectividad, la infraestructura y la seguridad ciudadana.
¿Para qué reducir esas brechas? Para que tengamos una sociedad más cohesionada, solidaria, próspera y feliz. Porque esa ha sido siempre la aspiración que define el modo de vida costarricense.
Cuando ensayaba esta reflexión, consideré enumerar las acciones concretas en diversos campos. Sin embargo, esta lista de acciones podría parecer a ustedes, mis jefes y jefas, un conjunto de intenciones que solo una vez materializadas merecerían confianza. Las jerarquías encargadas ya las conocen con detalle y están en sus planes de trabajo.
En el ejemplar del plan de gobierno que tengo en mi oficina, que es mi contrato con el Soberano que me dio el mandato constitucional, cada vez que se cumple alguno de los objetivos ahí trazados lo tacho en muestra de cumplimiento. En eso, y en nuestro Plan Nacional de Desarrollo e Inversión Pública, somos predecibles para señalar hacia dónde vamos. Lo que puede variar son los tiempos en que administramos el abordaje de los asuntos, pero no los objetivos concretos.
Descarté hacer ese listado porque creo que en estos momentos es necesaria una reflexión más cualitativa sobre el país que podemos construir, generada desde donde me corresponde percibir los acontecimientos y actuar.
La sociedad que queremos. Estoy absolutamente seguro de que Costa Rica tiene bases sólidas como República y todo lo necesario para ser una sociedad donde cada uno de sus habitantes opte, entre esta y la próxima generación, por un altísimo nivel de desarrollo humano.
Es decir, que seamos una sociedad más próspera, solidaria y feliz, siendo eso que llaman un país desarrollado, aunque desarrollado a nuestra manera, a la tica: con educación, paz, conocimiento, solidaridad, sostenibilidad y alegría.
Cada día veo los elementos presentes en nuestra realidad, donde el talento de nuestra gente está a la altura de los mejores del mundo. Pero también observo los contrastes sociales, que no todos aún tienen las oportunidades necesarias. ¿Cuál podría ser la clave para lograrlo?
Un párrafo del libro Del tercer al primer mundo (Singapur 1965-2000), de Lee Kuan Yew, ex primer ministro de Singapur, nos da una clave en este sentido:
“Escribí este libro para la generación más joven de singapurenses quienes consideran la estabilidad, el crecimiento y la prosperidad como hechos por sentados. Quería que ellos supieran qué difícil fue para un país pequeño de 640 kilómetros cuadrados sin recursos naturales sobrevivir en el medio de naciones más grandes, de reciente independencia y todas persiguiendo políticas nacionalistas”.
En ese periodo, Singapur pasó de ser un pequeño país de reciente independencia, a uno con los más altos niveles de desarrollo.
La canciller Ángela Merkel, en su mensaje de fin de año del 2019, recordaba que si bien Alemania gozaba de prosperidad y estabilidad, tan solo 30 años atrás estaba dividida y apenas en proceso de reunificación, luego de la devastadora Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Fría. Sin embargo, 30 años después de la reunificación, Alemania lidera el desarrollo en Europa.
El trabajo y la visión —o su ausencia— de una generación es el punto de partida de la siguiente.
Con esto no me refiero a que tengamos que imitar a Singapur o a Alemania, al menos en sus políticas específicas. Pero sí, que si deseamos un presente y un futuro mejores necesitamos tener coraje, disciplina, visión y creatividad para lograrlos.
Estar mejor como país y sociedad no es algo que nos llegará simplemente porque sí. Es algo por lo cual tenemos que luchar, ir más allá del mínimo esfuerzo. Es algo para lo cual debemos tener las políticas públicas más inclusivas en oportunidades, hacer uso apropiado de nuestros recursos disponibles y que cada quien ponga lo mejor de su parte.
Este desarrollo costarricense vendrá cuando consigamos conjugar el esfuerzo individual, la tarea de cada cual por salir adelante en procura de su prosperidad y el esfuerzo colectivo, la búsqueda de una sociedad solidaria y de oportunidades para todas las personas. Ya algunas de nuestras generaciones pasadas dieron muestras claras de que podemos hacerlo y cómo.
Nos toca ahora a nosotros no dar por sentado lo alcanzado por el país, pues muchos ejemplos actuales nos señalan la fragilidad de las democracias, y entregarnos de lleno no solo a cuidar lo que tenemos sino a construir un país que vaya más allá de lo heredado.
Coraje, disciplina y creatividad. El coraje debe servirnos para tomar las decisiones correctas y visionarias, la disciplina es la condición necesaria para ser consistentes y no depender solo de chispazos de buena voluntad o suerte. El coraje y la disciplina hay que renovarlos día tras día porque no son bienes estáticos, son los que hacen que la vida sea un trayecto, una lucha por el bienestar. Ahí, el mejor ejemplo son nuestros atletas.
La creatividad, por su parte, es la que hace que las soluciones sean nuestras soluciones, las mejores para nuestro contexto, las adaptadas, y no una mala copia que no calza en nuestra realidad, menos aún una imposición de fórmulas fallidas.
Debemos vencer la indiferencia, el “porta’mí”, el cinismo, el nihilismo, la chota y el corporativismo: solo para los míos.
Veo con frecuencia cómo usamos la maravilla democrática de la libertad de expresión, hoy potenciada por la inmediatez y las infocomunicaciones, con predominancia para el berreo, para alimentar el ego o la vanidad o para destruir. Pero en el maravilloso derecho de la expresión hay también una herramienta que podemos ejercitar más para construir en democracia el camino común de la reducción de brechas y de una mejor sociedad que sé podemos alcanzar.
La otra maravillosa libertad que tenemos es la de acción, la de hacer. Y hoy dependemos de nosotros mismos para salir adelante.
Faltan más voces y más manos porque son el esfuerzo individual y el esfuerzo colectivo los que nos sacarán adelante. Sé que centenares de miles, aun sin decir mucho, pero haciendo, empujan día tras día en esta dirección. Es así como cerraremos las brechas, desataremos nudos y creceremos en mayor unión.
Si a ustedes les parece, jefa y jefe que me leen, entregarme con toda mi fuerza en este propósito será mi tarea en este 2020 y en el año del bicentenario también.
El autor es presidente de la República.