
En un mundo donde las redes sociales se han vuelto una parte fundamental de la sociedad, una de las preguntas que debemos hacernos es: ¿cómo hacemos para que las mujeres jóvenes detecten cuando se les venden roles de género de una manera estéticamente atractiva?
Detrás de los videos con filtros cálidos, rutinas de “vida suave” y frases como soy “mujer de alto valor” o las llamadas “tradwife”, se esconde una narrativa peligrosa que romantiza la dependencia económica. Esta tendencia convierte la sumisión y la falta de autonomía de las mujeres en un lujo, disfrazando viejas estructuras patriarcales bajo un tinte moderno y aspiracional. ¿Es acaso la nueva cara del patriarcado aesthetic?
Debido a esto, es crucial hablar de independencia económica, explicarles a nuestras jóvenes que no solo es una cuestión de dinero, sino de poder y de libertad para decidir. La violencia económica puede ocurrir cuando una mujer depende completamente de otra persona para sobrevivir. No siempre se manifiesta con golpes o gritos, sino con control, manipulación y silencios impuestos.
Paradójicamente, muchas de las influencers que promueven este estilo de vida basado en la dependencia económica no viven bajo las reglas que predican. Mientras aconsejan a sus seguidoras “no trabajar para que un hombre las mantenga”, ellas mismas generan ingresos vendiendo cursos, libros o contenido sobre esa narrativa.
Su independencia financiera proviene justamente de comercializar una idea de sumisión disfrazada de elegancia. En el fondo, no promueven un modelo de amor, sino un negocio rentable que se sostiene en la inseguridad y el deseo de pertenencia de otras mujeres.
Cuando se promueve la idea de que “ser cuidada” es mejor que ser independiente, se refuerza un modelo en el que las mujeres pierden la posibilidad de construir sus propios proyectos de vida. El problema no es disfrutar de esta moda de estar en casa y hacer labores domésticas, sino creer que el bienestar femenino solo puede existir a través de la dependencia o la complacencia. Es solo un retorno “glamoroso” de la dependencia.
La verdadera “vida suave” debería ser aquella donde una mujer pueda sostenerse por sí misma, y elegir desde la libertad, no desde la necesidad.
Katherine Zúñiga Aguilar es estudiante de Ciencias Políticas de la UCR.