Columnistas

Los rehenes de Ortega

Las nuevas afrentas no van dirigidas solo contra protagonistas electorales y nacionales

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La represión alcanzó dimensiones alucinantes en Nicaragua. «Es la noche de los cuchillos largos tropical», dijo Laura Chinchilla. Del inaudito encarcelamiento de dos candidatos electorales, reprensible como era, el tirano pasó a encarcelar a casi todos y, sin sentencia judicial firme, a inhibirlos de facto. No le bastó. Su desafío a la comunidad internacional se transmutó en danza macabra de capturas. La escalada de la represión apunta más lejos que al sabotaje electoral. Para eso, habría bastado inhibirlos con tribunales obedientes y leyes escritas a su conveniencia. ¿Para qué, entonces, arrestarlos? ¿Qué gana el dictador con un descaro aún más condenable?








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