El Ministerio de Salud actuó de forma improvisada y muy precipitadamente al ordenar la suspensión de clases y red de cuidados, medida cuestionada por expertos. Su implementación denota además problemas de comunicación y una total descoordinación institucional.
La ministra justificó que la recomendación fue realizada por un grupo técnico de la CCSS y del Ministerio de Salud y que la decisión daría como resultado la disminución de un 25% de las hospitalizaciones, pero sin sustentarlo técnicamente, y eso mina su credibilidad.
Olga Arguedas, directora del Hospital de Niños, manifestó estar de acuerdo con la medida siempre que la recomendación estuviera acompañada de un paquete de acciones, entre ellas, el uso de mascarillas en lugares cerrados y en el transporte público, el fortalecimiento de las campañas para motivar el lavado de manos, evitar estar en espacios cerrados, mantener la distancia entre personas con problemas respiratorios y una mejora en la interacción entre la CCSS y Salud en materia de vacunación.
Desde otra óptica, la justificación técnica del cierre perdió fuerza después de lo afirmado por Julia Fernández, presidenta de la Asociación Costarricense de Pediatría, quien señaló que el uso riguroso de la mascarilla sería mucho más eficaz que el receso.
Hay fuentes que indican que la suspensión se sugirió para alguna semana de octubre, por lo que desconcierta, si el cierre era necesario, que no se alertara a la ciudadanía y planificara la acción. El precipitado anuncio a las 7 p. m. del lunes se quiso vincular con el paso del huracán Julia, lo que no tenía sentido para la población de la GAM y resultaba absurdo.
La hora de la comunicación dificultó injustificadamente a las familias, que debieron improvisar de manera mágica alternativas de cuidado, y las que no lo consiguieron, afrontar incertidumbre de posibles represalias en sus trabajos.
La descoordinación institucional se evidenció aún más cuando el MEP llamó a las 11 de la noche a docentes y administrativos a presentarse a los lugares de trabajo, y hasta dos días después se ordenó o invitó al sector público al teletrabajo. ¡Qué desastre, y esto sin preguntar si se sopesó el “apagón educativo”!
La autora es politóloga.