Desde pequeño, en mi hogar, escuchaba a mis padres conversar sobre un caso en Francia, donde el alto mando militar fabricó evidencias contra el capitán Alfred Dreyfus, el único judío en el comando.
La conjura salió a luz en 1894, cuando una espía francesa, empleada de aseo en la misión alemana en París, hurgando en los basureros de las oficinas, encontró una nota anónima donde se señalaba que secretos militares germanos estaban siendo filtrados a los franceses. Sin ninguna otra prueba, se inició un juicio por espionaje contra Dreyfus, basado en que el manuscrito en la nota se parecía al del oficial judío. Con ese amañado dictamen comenzaron a llegar más notas falsas para fundamentar la acusación. Así, por una semejanza imaginaria, impugnada y no comprobada por nadie calificado, Dreyfus fue degradado en una vergonzosa exhibición pública y enviado a la isla del Diablo a cumplir una condena sin fecha de conclusión.
Sin embargo, algo crucial ocurrió. Entre la prensa y las atronadoras revistas de opinión, el escepticismo creció en cuanto a la pureza del Estado, incluida la justicia institucional. Fueron plumas muy valientes las que arremetieron contra el mamarracho judicial con el cual estuvieron a punto de enterrar en vida al militar francés de fe judía.
Un autor destacó en esa gesta por la verdad, la de las realidades de jueces comprados en los tribunales militares y por la hidalguía y consecuencia jurídica de altos tribunales civiles que tuvieron el arrojo de anular dos sentencias condenatorias contra el estoico reo con cadenas y entre rejas en la isla del Diablo. Ese autor fue Émile Zola, quien, a la vanguardia de escritores y periodistas, izó las banderas de la valentía y la verdad. Su enjuiciamiento del entorno y entrañas del procesamiento contra Dreyfus, en la obra Yo acuso, no solo fue una creación literaria magistral; fue un dictamen contra la podredumbre en el aparato público y ciertas fuerzas sociales.
Roman Polanski, quien llevó el caso a la gran pantalla a finales del año pasado, está nominado a doce césares, cuya entrega tendrá lugar el próximo viernes 28. Una protesta contra Polanski por haber violado a una niña muchos años atrás y los casos de otras mujeres que lo acusan de supuesto abusado sexual cuando eran jovencitas, podría forzar cambios. C’est la vie!
El autor es politólogo.
