El suceso es bien conocido. Fue el cobarde asesinato del fiscal argentino Alberto Nisman perpetrado supuestamente por el gobierno de la presidenta Cristina Kirchner.
Repasemos los hechos. La voladura del edificio bonaerense del AMIA, asociación mutualista y benéfica judía ocurrida en 1994, es considerada como el más mortífero episodio terrorista en el hemisferio occidental previo al fatídico 11 de setiembre en Nueva York. Su saldo excedió las 85 muertes, además de centenares de heridos y lisiados, la mayoría argentinos.
Las investigaciones se iniciaron. Un recuento de dichas averiguaciones pertenecía más al mundo de los hermanos Marx que al serio compendio de una tragedia mayúscula de alcances mundiales. La presidencia de Carlos Menem tampoco auguraba resultados más provechosos, dada la amañada justicia de la época. El caso judicial se hundió en un mar de los sargazos, ayuno de decisiones y pleno de torpezas.
La comunidad internacional seguía con interés la suerte del juicio. En 1997 un joven fiscal, Alberto Nisman, fue convocado por la presidencia para que encabezara una nueva unidad para el esclarecimiento del caso AMIA. Y, en efecto, sus tareas produjeron una serie de inculpados de alto calibre, hasta el grupo terrorista Hizbulá. Además, Nisman puso al descubierto los viajes del canciller Héctor Timerman a Siria y el ominoso plan de una red terrorista cuya central sería la misión diplomática iraní en Buenos Aires, coordinado con la mandataria Cristina Kirchner y Timerman.
Las amenazas de muerte contra Nisman y sus dos hijas se multiplicaron de la mano con una escalada de insultos groseros por ser judíos. Entretanto, Nisman produjo un voluminoso reporte –289 páginas– que detallaba los hórridos hechos de esta tragedia patria, incluyendo la enajenación de la soberanía nacional pactada por Cristina y su escudero Héctor con el reparto más despreciable y odioso del mundo del crimen.
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Precisamente, en la noche previa a su comparecencia ante el Parlamento, Nisman murió en su apartamento en circunstancias misteriosas. A simple vista no hubo violencia, pero estudios forenses posteriores descubrieron los golpes que le fueron propinados por más de una persona así como las sustancias químicas que inyectadas incapacitaron al fiscal y causaron su muerte.
En diciembre último, un alto tribunal acusó a Cristina y sus más cercanos colaboradores de traición a la patria. No era para menos.
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