Mantener una dinámica de consumo sostenible será posible si adoptamos la economía circular y el suprarreciclaje. Aunque son valiosas las aportaciones de autores como Michael Braungart, Jeremy Rifkin y Martin Charter respecto al consumo sostenible, me impresionó el libro La basura no existe, hasta hoy, el más puntual que he leído sobre la temática.
Me motivó a saber que el autor es el joven politólogo costarricense Christopher Brosse, especializado en economía circular. Si nuestro país quiere seguir siendo un ejemplo de sostenibilidad en el desarrollo, estamos obligados a implantar el modelo cuanto antes.
Brosse sostiene que, de conformidad con investigaciones a las que ha tenido acceso, si el mundo se guiara por la economía circular, de aquí al 2030 los residuos se reducirían en un 60%.
La multinacional de productos eléctricos Bosch GMBH, por ejemplo, puso en práctica en Holanda un sistema leasing para vender sus lavadoras, con el objetivo de recibirlas después de un tiempo considerable de uso.
De esta manera, Bosch brinda un gran servicio a sus compradores, que consiste, por una parte, en un tratamiento ambientalmente responsable mientras las lavadoras sean inútiles y, por otra, gracias al bajo costo del alquiler y a la recuperación de buena parte de la materia prima, que los clientes puedan cambiar con rapidez sus electrodomésticos por otros más modernos.
La práctica empresarial asegura la aceleración de la mejora tecnológica de sus productos y, por consiguiente, que sean más eficientes desde la perspectiva energética.
Poner fin a los vertederos
Algunas tecnologías que apresuran la circularidad son la internet de las cosas, la inteligencia artificial y la impresión 3D. El ideal de los sistemas circulares es que desaparezcan los desechos inutilizados y, consecuentemente, los vertederos, pues, de acuerdo con esta cultura, todo es susceptible de ser reaprovechado, incluso las aguas negras.
La existencia de enormes extensiones de terrenos que reciben toneladas métricas de desperdicios al día o, peor aún, el lanzamiento masivo de basura a los ríos y mares es una noción absolutamente superada.
Otra interesante ilustración que se encuentra en el libro de Brosse es la de la empresa Excess Material Exchange (EME), dedicada exclusivamente a la investigación sobre cómo conectar empresas que pueden beneficiarse de los desechos de otras.
EME halló una relación entre los cultivadores de flores y una compañía de pigmentos. EME descubrió que los tulipanes son necesarios para producir un color, así que los desechos de esos comercializadores son vendidos a los productores de pinturas.
El éxito de Excess Material Exchange es tal que su plan piloto redujo emisiones equivalentes a un millón de viajes entre Ámsterdam y Milán y ganó 64 millones de euros en ese tipo de intercambios comerciales eliminadores de residuos.
El suprarreciclaje
Complementario al concepto de economía circular es el suprarreciclaje, acuñado por Riner Pilz, ingeniero mecánico alemán. Consiste en que tanto los residuos como los materiales subutilizados sean transformados en nuevos objetos o sometidos a tratamientos para nuevas formas de utilización.
Por una parte, regenera y, por otra, alarga el ciclo de funcionalidad y provecho de todas las cosas sin uso, tanto orgánicas como inorgánicas. En el resultado final de este proceso, los aparentes desechos terminan transformados en bienes de mayor calidad y utilidad, en resguardo del ambiente. Coincide con el ideal de acabar con la existencia de basura.
En la obra, Christopher Brosse propone la posibilidad de efectuar el suprarreciclaje en cuatro escalas: gubernamental, industrial, urbana e individual.
Un ejemplo individual es que las personas se responsabilicen de sus propios desechos y los reutilicen por iniciativa propia de acuerdo con sus posibilidades.
La escala urbana es la relacionada con los colectivos organizados, como el andaluz Basurama, dedicado a la producción de bienes culturales a partir de desechos.
La escala industrial corresponde a las fábricas o empresas de producción en serie, mediante la reutilización, la reingeniería y el tratamiento de los materiales de desecho. Empresas como Terracycle son modelos en la aplicación del suprarreciclaje.
En este ideal económico, es fundamental la participación gubernamental. Las corporaciones municipales, entidades más cercanas al manejo y disposición de residuos, son las principales protagonistas.
¿Cuáles son los ámbitos de aplicación? Casi todos los imaginables: textil, agroindustrial, arquitectónico, electrónico e incluso gastronómico.
El autor es abogado constitucionalista.