No sé si en otras partes, pero al menos aquí los monumentos están pasados de moda, desfasados, significan nada o poca cosa. Son incidentes urbanos en los que casi no se repara, que ya no funcionan ni siquiera como lugares de encuentro o puntos de referencia.
Recuerdo que antes uno se citaba frente a la estatua de León Cortés o fijaba la dirección de cualquier sitio a contar desde ese punto. Ahora eso no ocurre. Hace muchos años, un amigo mío, que si fuéramos justos sería benemérito de la patria o ciudadano de honor en la vida cívica, o estaría en olor de santidad o cuando menos de beatitud por sus genialidades y sus extravagancias, abandonó su carro en algún olvidado lugar; solo lo recordó cuando alguien le dijo que lo había visto estacionado a la sombra del monumento al expresidente.
Supongo que no se debe propiamente al descrédito de la historia, aunque algo hay de eso, sino a su carácter voluble. Si miro hacia atrás, aquí y allá son muchas más las efigies que caen y se destruyen, casi siempre con justificada razón, que las que se levantan.
En donde vivo, hubo una vez un parquecito mínimo y descuidado que sin embargo se engalanaba con el busto de otro expresidente. Cuando desapareció el parquecito, el busto corrió la misma suerte; creo que actualmente mira desconcertado tras las paredes del edificio municipal o por ahí cerca, donde pocos advierten su existencia.
Como no se puede devolver al lugar que le estuvo reservado, lo llevarían a uno más lucido, aunque solo fuera porque el exmandatario, devenido historiador, se permitía expresiones como “hombre de puño cerrado”, por hombre fuerte, y “hombre de cáscara amarga”, por hombre de mal carácter.
Puede ser que en estos tiempos sean otros los hitos urbanos capaces de conmover la sensibilidad o llamar la atención de la gente, y tienen que ver mucho menos con los acontecimientos grandes y pequeños y más con las rutinas de la modernidad.
Henrik Nordbrandt, escritor danés fallecido a principios de año, me provee de un ejemplo en la poesía que comienza: “La cabina / telefónica de la / esquina / eternamente / verde / siempre / oxidada / ahora batida / por el viento / y envuelta en / una oscuridad / más intensa / que otras veces…”.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.