
“Escribid, mujeres, escribid, que durante siglos os fue negado…”, palabras de Virginia Woolf.
También ha expresado la escritora: “Creo que aún pasará mucho tiempo antes de que una mujer pueda sentarse a escribir un libro sin que surja un fantasma que debe ser asesinado, sin que aparezca la peña contra la cual estrellarse”.
Virginia Woolf y también George Sand (Aurora Lucile Dupin de Dudevant) lucharon, desde diferentes frentes, para dar un lugar significativo a la literatura escrita por mujeres: Woolf, motivando a las mujeres a que escriban; Sand, a quien se reconoce como ejemplo de haber escrito la primera autobiografía femenina moderna.
Retomo lo anterior para referirme a las características de las autobiografías, por su valor en sí y, principalmente, porque son consideradas una opción significativa de escritura para las mujeres, según propuestas de críticos y estudiosos de la literatura.
Las características, objetivos, calidades, de lo que conocemos como “autobiografía” son muchas. Viene del griego autos, uno mismo; bios, vida, y graphos, escribir. Se trata, en su definición más certera, de un relato en prosa que una persona, hombre o mujer, hace de su propia existencia poniendo el acento en su vida personal. La redactora o el redactor, como autora o autor del relato, traen su vida al presente, lo cual implica narrar, en primera persona, acontecimientos vividos, recuerdos, reflexiones, memorias y demás características similares. Puede ser desde un relato corto de la propia existencia hasta la narración de una vida entera.
El término “autobiografía” se ha dado a conocer, en la actualidad, como “literatura del yo”, expresión que también se está utilizando para hablar de literatura escrita por mujeres. Se usan también, en forma similar, expresiones como “no ficción” o “autoficción”.
Constantino Bértolo, crítico literario, en una obra titulada ¿Quiénes somos? 55 libros de la literatura española del siglo XX, observa que en el siglo pasado nadie cuestionaba a los autores de autobiografías, pero sí a las mujeres que practicaban el género. Sin embargo, añade que en la actualidad: “Muchas mujeres escriben “autoficción”… Y afirma: “En este momento en el que el movimiento de emancipación es más fuerte que nunca, es significativo y encomiable que esas voces se expresen”. Plantea, también, cómo en muchas críticas que se han realizado alrededor de las autobiografías escritas por mujeres, estas –las mujeres– han sido tildadas de egocéntricas. Se ha considerado también –y esto es serio– que la vida de las mujeres no es material idóneo ni legítimo para la literatura.
La escritora y ensayista española Mercedes Cebrián ve la “autoficción” como un signo de los tiempos. Cree que es un fenómeno global al que ella se suma como lectora y escritora. Ahora, dice, lo que les interesa escribir a las mujeres es la “no ficción”. Y añade: “Algo pasa que queremos leer cosas así y no importan las razones”. “Yo ahora quiero leer ‘no ficción’ y eso es, también, lo que me apetece escribir”.
La “literatura del yo”, “autoficción” o “no ficción” (como se quiera llamar) tiene, como uno de sus componentes, la memoria, pues los recuerdos son el alimento del género autobiográfico. No en vano, George Sand afirmó, en su momento, que “la memoria es el perfume del alma”. Quien recurre al género autobiográfico tiene presente que la memoria, como componente el pasado, es un ineludible alimento.
A modo de ejemplo, algunos títulos de escritoras que han incursionado en el género autobiográfico.
Memorias de una joven formal, de Simone de Beauvoir, reconocidas como “pequeña joya autobiográfica”.
Historia de mi vida, de George Sand.
El libro de la vida, de Santa Teresa, considerada en la literatura española como precursora del género en cuestión. Vale mencionar que los siglos VII y VIII españoles se consideran como precursores del género autobiográfico.
Yo soy Malala, de Malala Yousafzai, activista pakistaní asesinada por su beligerancia en las lides políticas.
La mujer singular y la ciudad, de Vivian Gornick, autobiografía de una mujer que defiende su independencia con ferocidad.
El cuerpo en el que nací, de la escritora mexicana Guadalupe Nettel. Esta obra le mereció el Premio Herralde de Novela 2014 y ha sido traducida a casi 20 idiomas. Nettel reconstruye una versión inconclusa de sí misma al narrarle a su psicoanalista, la doctora Sazlavski, todo tipo de recuerdos de su infancia y de la relación que tienen su madre, su abuela y ella.
El diario de Ana Frank, reconocida como digna representante del género autobiográfico.
Otros ejemplos serían:
Los días de la mentira, Nadine Gordiner.
Autobiografía, Victoria Ocampo.
Autobiografía, Angela Davis.
Becoming (Mi historia), de Michelle Obama, narrado con elegancia, humor y franqueza: un relato vívido e íntimo del su histórico ascenso a la fama internacional. The light we carry (Con luz propia), de la misma autora.
Y muchas escritoras más.
Dichosamente, ya no se practica el camuflaje que las mujeres utilizaban al escribir, tal como sucedía cuando se cambiaban de nombre, como ocurrió por milenios.
Las mujeres son dueñas de un valioso bagaje existencial y de meritorias experiencias vitales cuyo acervo les posibilita concientizar sobre su vida y sobre su lugar en la cultura.
Comento que no he incursionado en la búsqueda de autobiografías escritas por mujeres costarricenses. Por el momento, y porque se ha publicado hace poco tiempo, el texto de Catalina Murillo titulado Una mujer insignificante merecería un estudio que lo califique en alguna de las categorías ya mencionadas.
Virginia Woolf ha dado un mandato… Las puertas están abiertas para engrosar la literatura escrita por mujeres.
Termino repitiendo la sentencia de Virginia Woolf que titula estas reflexiones: “Escribid, mujeres, escribid… que durante siglos os fue negado”.
Que ello sirva como el estandarte que las mujeres deben enarbolar y, con ello, darse el lugar que se merecen para recuperar el espacio que se les ha negado.
amalia.chaverri@gmail.com
Amalia Chaverri es filóloga.