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Abro el periódico y leo: “300 personas con pensiones de más de ¢5 millones y una con pensión de ¢16 millones”. Lo cierro. Mi primer impulso, de cólera, es rápidamente sobrepasado por la envidia. Yo también quiero una pensión de ¢16 millones mensuales como la de ese señor. Es más, no me conformo ni con la de ¢10 millones o ¢12 millones. Perdería mucha plata, imagínense: entre ¢4 millones y ¢6 millones menos por mes. Quiero la de ¢16 millones y punto. Si él puede, yo también. O ¿no es tico, con cédula como yo?








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