La pausa de fin de año ha sido, tradicionalmente, de gran importancia en época de campaña política. Es en las reuniones de familia y amigos cuando una buena proporción de las personas definen su voto o, por lo menos, van elaborando sus argumentos a favor o en contra de las candidaturas, aunque luego dejen al final, en la misma fila para votar, su decisión.
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Mucha gente, me atrevo a decir la mayoría, oye lo que se dice en los medios de comunicación y en las redes sociales y comenta aquí y allá. Sin embargo, a la hora de las horas escucha con más atención lo que se dice en sus círculos más cercanos: a sus papás, hermanos, primos, amigos y familiares. Las discusiones con la gente querida son la fragua del voto. Mucho de los sesudos comentarios y denuncias mediáticas se descuentan como ruido.
Si no ando muy equivocado, la siguiente pregunta se está cayendo del palo: ¿Cómo irá el “ágora de los tamales” esta vez? ¿Qué pan estará horneándose? Como hoy es un 28 de diciembre, un día luego de topes y carnavales, y con esa sensación de que el mundo (simbólicamente) se acaba en un par de días, la especulación es gratis y aquí va la mía.
A menos que el gobierno se declare en bancarrota ahora en enero y, de repente, en medio de la conmoción el electorado decida, colectivamente, darle un cheque en blanco a un líder fuerte, pienso que primará un sentimiento conservador: ¿Quién es el candidato que, como presidente, tiene más pinta para sortear los problemas con el mínimo de costos? En otras palabras, el punto no será, en esta ocasión, quién es el que promete más cambio, sino quién es el que da más seguridad. A diferencia, pues, del 2014, el leitmotiv hoy no sería dar un giro sino el resguardo ante los nublados.
¿Por qué pienso así? Porque pasado el ecuador de la campaña, ningún partido ha podido articular una propuesta de cambio que cale en el electorado. Y quien lo preconiza identifica más el cambio con indignación, pero resulta que (por las razones que sean) la mayoría no está indignada con la situación en general, aunque sí con el caso del cemento chino en particular.
Todo esto deja el campo fluido y abierto para cuatro o cinco candidatos. Hasta el momento, la mayoría de ellos dicen estar a favor de esto o lo otro, pero ninguno ha planteado con seriedad el caso a favor de la confianza y la certeza. Quien logre esto, habrá, finalmente, encontrado una narrativa frente a la indignación.
El autor es politólogo.
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