A lo largo del 2023, el extremismo y el populismo de derecha tomaron fuerza, por ejemplo, Vox en España, liderada por Santiago Abascal, y Javier Milei en Argentina.
También, las corrientes republicanas trumpistas en Estados Unidos y las bolsonaristas en Brasil se mantienen fuertes aún después de dejar el gobierno. Existen otros ejemplos, como Giorgia Meloni en Italia y Viktor Orbán en Hungría.
Un aspecto particular que comparten estos líderes es el peligroso uso que le dan en sus discursos a la palabra libertad. Muchas corrientes derechistas hacen énfasis en la libertad dentro de sus campañas políticas, pero es contradictorio en ellos porque se oponen a la diversidad sexual o al derecho al aborto.
La libertad en la que se enfocan es la económica. Si bien es cierto que la economía debe tener cierto grado de autonomía, si se le da total libertad tal vez se produzca riqueza, mas no precisamente será distribuida de manera equitativa y, por ende, podría aumentar la pobreza y la desigualdad.
La libertad económica limita la libertad social y política porque en la primera se necesita mucha más mano de obra y un aumento significativo en la producción, lo cual, si no se acatan los principios de distribución de la riqueza y garantía estatal del bienestar puede terminar en la violación de derechos laborales.
De esta forma, sobreviene la deshumanización y el despojo de la libertad, pues la gente está atada a seguir trabajando y trabajando para satisfacer el sistema por el que el conservadurismo liberal y libertario y la extrema derecha se caracterizan.
La economía no debe ser totalmente centralizada, pero tampoco debe imperar un flujo desregulado que impida al Estado garantizar que la economía atienda y sirva a la ciudadanía con miras al desarrollo.
La libertad económica debe tener un equilibrio con la libertad social y política para alcanzar la libertad integral estrecha con la justicia social y la equidad.
La ultraderecha no busca la libertad integral, sino eliminar trabas económicas y limitar la posibilidad de ser y pensar como uno desea. Milei, por ejemplo, habla de libertad, pero despectivamente cuando se refiere a las personas LGBTQ+ o las mujeres, y propone acciones contra la regulación de las protestas.
En Costa Rica, su equivalente son Fabricio Alvarado y David Segura, quienes promueven la homofobia y la transfobia, y son contrarios al aborto.
¿Por qué si los ultraconservadores limitan las libertades personales se apropian del concepto de libertad en sus discursos? Porque desean mantener el statu quo o tradicionalismo. La libertad sociopolítica rompe esos esquemas y, por tanto, representa una amenaza para ellos.
Por eso el concepto de libertad no trasciende lo económico, en un sistema ya de por sí fuertemente capitalista, para dar más libertad a lo establecido sin quebrar con los esquemas tradicionales.
Más aún, campañas políticas ultraconservadoras como las de Trump, Abascal y Meloni en contra de la migración perpetúan un sentimiento de angustia al cambio, apertura a lo que se sale del statu quo.
Al hacerlo, aportan una connotación negativa a la libertad sociopolítica mediante la satanización del cambio fuera de lo tradicional. Al extremismo se le abre una oportunidad para limitar libertades y algunas personas simpatizan con ello porque se les ha transmitido miedo.
Los seguidores pueden sentir que, en efecto, su libertad para producir está intacta, pero debemos recordar que la libertad no puede ser para unos cuantos, sino para la totalidad.
La libertad va de la mano de la justicia y la equidad. Libertad es permitir vivir la vida como se desea, libre de discriminación o desigualdad, y garantizar el desarrollo de forma equitativa.
Si nos hacemos llamar defensores de la libertad, tenemos que romper con el conservadurismo limitante del aspecto sociopolítico. Si no, caeremos en el juego del extremismo.
La autora es activista cívica de 17 años.