Tuve la oportunidad de ver un video que publicó una pareja de turistas sobre una reciente visita a Costa Rica. Su primera recomendación a los futuros viajeros es “no vayan a San José”.
Los extranjeros se mostraron desencantados por la suciedad y las dificultades que encontraron para movilizarse con autonomía por nuestra capital. En realidad, no me sorprende la mala impresión que se llevaron.
Muchas calles, parques, plazoletas y bulevares del casco central evidencian el deterioro causado por años de descuido, falta de inversión y de poquísimo gusto por el paisajismo.
Edificios en mal estado por la ausencia de pintura, de un clavo para enderezar una tabla despegada o de un poco de agua para limpiar las ventanas se esparcen por todo el horizonte capitalino.
A pesar del esfuerzo diario de los barrenderos municipales, los peatones dejan basura por doquier: en los caños, en los jardines, en las esquinas, en las bancas y en las paradas de buses.
Las vías están llenas de protuberancias y huecos, la señalización horizontal es borrosa en muchos sitios y la línea amarilla de las aceras se ha convertido en un manchón irregular.
Cada vez más indigentes deambulan durante el día en busca de monedas o comida y, de noche, convierten cualquier rincón, negocio abandonado o lote baldío en dormitorio y servicio sanitario.
¿Qué fue de aquella capital que alguna vez se consideró símbolo de desarrollo? La llegada de la electricidad, la construcción del Teatro Nacional, la instalación del tranvía y la apertura del Aeropuerto El Coco son recuerdos de sus años de esplendor.
San José cuenta con instituciones, funcionarios, empresarios y soñadores que luchan para promover iniciativas con el fin de preservar el patrimonio arquitectónico de la ciudad, embellecerla y desarrollar nuevos proyectos inmobiliarios.
Se trata de esfuerzos que, de momento, favorecen espacios muy específicos de la geografía josefina y que requieren articulación, planificación y apoyo para producir un efecto multiplicador e integral.
Nuestra capital posee un enorme potencial para convertirse en un lugar atractivo para vivir, trabajar, hacer compras, divertirse, ejercitarse o pasar de tránsito. Pero se ve desaliñada. Es necesario poner manos a la obra.