Muchas veces he escuchado que las crisis sacan lo mejor y lo peor de las personas. Lamentablemente, nuestro país atraviesa hoy por un pasaje muy oscuro.
Otras veces hemos tenido bloqueos en las calles, zafarranchos promovidos por hordas de inadaptados, huelgas para defender privilegios y discursos incendiarios de personajes oportunistas.
Sin embargo, yo no recuerdo un momento como este, cuando la falta de reflexión y sentido común parece estar extendiéndose por todos los recovecos de nuestra sociedad.
Lanzarse a la calle “a defender al pueblo”, impidiendo a la misma gente llegar al trabajo, abrir el negocio o transportar sus productos en tiempos de tanta necesidad resulta ilógico.
Tirar piedras, palos y bombas molotov, quemar carros, cobrar “peajes” en los retenes y vapulear policías, para luego acusar a las autoridades de brutalidad, es cinismo marca diablo.
Instigar a la población a manifestarse para después tratar de lavarse las manos por la violencia desatada denota una desfachatez digna de un profundo estudio psicológico.
Pero también fuera de las carreteras, golpear la mesa para demandar un diálogo nacional y luego negarse a concurrir es una muestra de absoluta irresponsabilidad.
Presentar una propuesta de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) sin tener un plan de consulta con sectores muestra una ausencia total de olfato político y sensibilidad.
Exigir al gobierno recortar los gastos y de inmediato evitar que se reduzcan los presupuestos de sectores amigos y recortar más los ingresos al Estado sugiere una incongruencia sospechosa.
Alzar la voz en favor de la reactivación económica, pero después agachar la mano y señalar a otros cuando le preguntan qué sacrificio está dispuesto a hacer es pura hipocresía.
Rechazar a ultranza el recorte de pluses salariales y luego derrochar dinero en el alquiler de un helicóptero para hacer tomas de una marcha es un doble discurso inmoral.
Entonces, más allá de los vergonzosos incidentes de los últimos días, pareciera que el principal problema que encaramos es un bloqueo mental para analizar los hechos y tomar buenas decisiones.
Dios quiera que este triste momento sea pasajero y la cordura y el raciocinio nos vuelvan pronto al alma, porque tenemos mucho que hacer para levantar al país.
rmatute@nacion.com