Blaise Pascal entendió la esencia existencial de la distracción. Encontró tan angustiosa la condición humana que cavilar sobre ella duele. Los problemas trascendentales llegan con congoja tan inherente a ellos, como insoportable al alma. De ahí la necesidad apremiante de sumergirse en el mar de los olvidos. La inmensidad del entretenimiento nos sostiene en la zozobra de la impotencia cotidiana. Por eso, Pascal decía que nada era más triste que querer y no poder.
En su momento más memorable, Rubén Darío fue pascaliano. Gabriel García Márquez decía que “Lo fatal” era el mejor poema castellano. Darío se lamentaba de su conciencia. “Dichoso el árbol que es apenas sensitivo y más la piedra dura, porque esa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente”.
Intentar huir de las trampas interiores del desaliento vivencial es intrínseco a la vida social. No es de extrañar que el mercado encuentre en el escapismo su producto estrella. Y, sin embargo, es insalvable que una obra de teatro, un ballet, una canción inefable o una serie de Netflix nos lleven de nuevo al dolor de la pérdida o al sentido del absurdo que queremos eludir.
El cambio climático y la agobiada democracia, que fenece de insatisfacción en insatisfacción, forman parte de los agobios contemporáneos que preferimos olvidar. A diferencia de la problemática existencial, estos parecerían apuros al alcance de la iniciativa humana para resolverlos. Pero problema de todos es problema de ninguno, y lo que no es inmediato no existe.
Y, así, reina el absurdo: la guerra no necesita paz, sino derrota del contrario. Mientras las balas vuelan, se esfuman los avances climáticos y los alivios a la pobreza en el escenario global. Es una emergencia civilizatoria, pero lo militar desplaza lo social y la geopolítica sustituye la cordura democrática.
Señales de agotamiento muestran un punto de inflexión en el horizonte histórico. Es un goteo permanente que se cierne implacable sobre nosotros. Pero la siguiente tormenta se verá en su momento y el siguiente demagogo se atenderá cuando llegue. Y, mientras tanto, ¡que siga la fiesta! Nadie resiste esa miseria que nos amenaza sin recurrir al ruido que nos entretiene. ¡Que viva Netflix y bienvenido el olvido!
vgovaere@gmail.com
Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.