Dato mata relato.
Datos existentes en el INEC apuntan a que el factor clave del alarmante aumento en la tasa de mortalidad infantil (TMI) es el incremento en la prevalencia de los nacimientos PT-BP: pretérmino (menos de 9 meses de gestación) o de bajo peso (menos de 2,5 kilogramos).
Estas dos condiciones, que suelen presentarse conjuntamente, llegaron a una prevalencia mínima de 8% de los nacimientos en 2015, para dispararse a 13% en 2023.
Dicha subida contrasta con la década previa, en la que había caído desde 15% en 2005. Tal trayectoria (disminución en la década previa a 2015 y fuerte aumento en la década posterior) es idéntica a la seguida por la TMI, que bajó de 9,9 por mil en 2005 a 7,7 en 2015, para luego subir a 10,3 en 2024.
Otros datos disponibles no sustentan los relatos de que el aumento de la TMI se debe a un deterioro socioeconómico y de acceso a servicios de salud, incluidos aquellos preventivos como inmunización, o a la llegada de inmigrantes o a una regresión a perfiles epidemiológicos del pasado con predominio de muertes causadas por enfermedades transmisibles o malnutrición.
Por ejemplo, la proporción de nacimientos con menos de cuatro controles prenatales –un conocido factor de riesgo e indicador de la falta de acceso a servicios de salud– no presenta deterioro, sino que, por el contrario, muestra una mejora, al pasar de 8% en 2015 a 5% en 2023.
En otro ejemplo, la proporción de nacimientos de madres poco educadas (sin al menos educación secundaria) cayó de 29% a 18% en el mismo periodo.
El análisis estadístico de tendencias en los casi 500 distritos de Costa Rica confirma que prácticamente todo el aumento de la TMI posterior al año 2015 es consecuencia del incremento en la prevalencia de nacimientos PT-BP: la TMI tiende a elevarse solo en distritos donde crece la prevalencia de nacimientos PT-BP.
Más aún, ningún otro factor de riesgo agrega explicación de la tendencia alcista en la TMI en los distritos. Los otros factores analizados con los datos distritales fueron: el país de origen de las madres, su educación, estado conyugal, hijos ya tenidos, edad, su negativa a declarar el padre y el ya mencionado número de controles prenatales.
Estos resultados apuntan a que la investigación y las intervenciones deben enfocarse en el problema de los nacimientos pretérmino y de bajo peso. Por ahora, los datos disponibles dan pocas pistas de por qué está aumentando la prevalencia de estos nacimientos PT-BP.
Solo una pequeña fracción del orden de 10% de su aumento se explica por ciertos cambios en los patrones reproductivos ocurridos desde 2015: incremento de la proporción de nacimientos de madres solteras de 27% a 44%, así como, en la jerga de los gineco-obstetras, de “madres añosas” (edad de 35 años o más), de 11% a 17%.
Otros factores de riesgo de nacimientos PT-BP más bien han reducido su importancia y, consecuentemente, han evitado que la debacle sea mayor, entre ellos, las caídas ya mencionadas en insuficiente consulta prenatal y baja educación de la madre, así como la baja en proporción de madres menores de 18 años, que disminuyó de 7,4% a 3,7% en el periodo de interés.
Factores conductuales de las embarazadas o su entorno, como estrés, consumo de sustancias, ciertas dietas, contaminación ambiental y pesticidas en los alimentos, son potenciales determinantes del grueso del alza en prematuridad y bajo peso al nacer. Es posible también que secuelas de la pandemia de covid-19 hayan contribuido. Pero estas son hipótesis que deben ponerse a prueba con datos.
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Luis Rosero Bixby es profesor emérito de la UCR.