El próximo 2018 viene signado por muchas cosas. Lo primero es la lucha por que sea un año mejor. Lo segundo es el estreno de un gobierno. Lo tercero es unirnos más para convivir felizmente y lograr una convivencia centrada en el amor, el trabajo bien hecho, la comprensión y el respeto mutuo, la ayuda y el espíritu de servicio.
Otro punto vital es obligar al nuevo gobierno a reducir gastos y a no posponer soluciones; lo mismo que reducir el nombramiento de comisiones. Igualmente, no subvertir la realidad con el engaño, la fantasía o la mentira de la posverdad.
En cuanto a esta última, todos la vimos abrir puertas bancarias. Queremos la honradez, la responsabilidad madura y vigilante, la seguridad y la paz. Concebida la vida como un valor supremo, no podemos olvidar a nuestros hermanos más necesitados de los medios para combatir la pobreza y mejorar sus viviendas (electrificación, servicios sanitarios, materiales durables). Asimismo, mejorar los parques nacionales y la atención del consecuente turismo ecológico.
Otra necesidad urgente es otorgar facilidades administrativas para el incremento de la iniciativa privada y adecuar la educación a las demandas empresariales. Y ni se diga del arreglo de carreteras, caminos y puentes.
Con Dios. Humana y espiritualmente, reafirmarse en los caminos de Dios para alcanzar la paz del alma y recordar que aquí nadie se queda. Hay que bajar del cielo amor para el corazón, alegría de vivir y un potencial de esperanza, a fin de dinamizar un mundo que no sabe adónde va, y para inyectarle un mayor sentido a la vida. Todo cambia cuando se vive con optimismo y espíritu de servicio.
Por su parte, los apóstoles, entristecidos, le dijeron al Maestro: “Tú te vas y no te veremos más”. El les dijo que se quedaba con ellos: “El que come de este pan vivirá para siempre” (Jn.6,58).
Si el mundo lo quisiera, podríamos decir: Año nuevo, lucha nueva.
El autor es abogado.