El martes en la mañana, los pronósticos de una “marea” roja (color del Partido Republicano) en las elecciones de medio período resonaban con fuerza en Estados Unidos. Sobre ella, muchos imaginaban a Donald Trump en una tabla de surf, enrumbado sin obstáculos hacia las presidenciales del 2024. Desde finales de la noche, sin embargo, la realidad fue otra.
El panorama legislativo aún no está claro, por la lentitud del escrutinio en algunos estados y distritos. Los republicanos tienen altas posibilidades de retomar la Cámara de Representantes, pero por un margen muy reducido. En el Senado, es posible que los demócratas mantengan el control, aunque todo indica que su definición dependerá de una segunda vuelta, el próximo mes, en el estado de Georgia. Pero la gran certeza es que el principal freno de la inexistente “marea” fue el fracaso de múltiples candidatos impulsados por Trump, tanto en el ámbito federal como estatal.
Hoy, el relato dominante es que su tóxica “marca” política se ha debilitado; en tanto, Ron DeSantis, tras su contundente reelección como gobernador de Florida, se ha elevado como el gran ganador y poderoso contendor por la candidatura presidencial republicana. Su conservadurismo es dogmático y excluyente, pero, al menos, respeta los resultados electorales.
A esto se añaden otros mensajes clave. Planteo tres: 1) Desde la guerra civil, el partido del presidente, salvo tres excepciones, siempre ha perdido la mayoría legislativa a medio período. Mantener control en el Senado, o perder ambas cámaras por márgenes mínimos, es un éxito para Joe Biden. 2) La inflación jugó en contra de los demócratas, pero otros factores, sobre todo el derecho al aborto, el rechazo del extremismo y el apego a las instituciones, resultaron clave para que superaran los pronósticos: los votantes no son unidimensionales. 3. La honda división del país se mantiene, pero se han limado algunas de sus aristas, ahogado voces extremas y hasta puede esperarse mayor normalidad en medio de las fracturas y parálisis legislativa.
En síntesis, los votos ciudadanos frenaron lo peor de la embestida autoritaria republicana. Se mantienen varios riesgos, y las tensiones seguirán hasta la competencia presidencial. Pero, por el momento, la república liberal sigue viva, y, presumo, menos débil.
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