Otra vez el Cáucaso está en llamas. Chechenia, una de las más pequeñas repúblicas que conforman la Federación Rusa, se convierte en una excusa para desviar la atención de los fuertes problemas internos rusos, la corrupción, los desvíos de fondos internacionales y la ingobernabilidad que sufre el país. En Moscú se ha culpado a los chechenos de ser los autores materiales de una serie de atentados terroristas que recientemente han golpeado la capital. El presidente Yeltsin y Putin, su primer ministro, culpan a los wahabies, término genérico para designar los islamitas del Cáucaso, de todos los males que padece la población rusa. Moscú ha dicho en reiteradas ocasiones que no acepta un Cáucaso independiente o islamizado. Esta región es muy rica en petróleo, gas y otros recursos minerales.
Entre 1994 y 1996 los chechenos libraron otra guerra, que les costó cerca de 80.000 muertos. A pesar de sus bajas, infligieron una derrota al poderoso ejército ruso, que terminó por concederles cierta autonomía con autoridades propias. Chechenos y rusos firmaron un acuerdo de paz, auspiciado por el general Alexander Lébed y su homólogo Astán Masjádov, pero parece que Churchill tuvo razón cuando dijo "Un tratado con Rusia no vale ni lo que cuesta el papel en que se escribe." El actual presidente de Chechenia, el mismo Masjádov ha solicitado hablar con las autoridades rusas, pero estas no lo han recibido; es más, el general Ivachov, jefe de la operación militar que está castigando y destruyendo a los chechenos, dijo que prometía la solución final para los chechenos, ignorando lo que significa para el mundo esta expresión nazi.
Ni los soviéticos ni los nazis. Los militares rusos no olvidan su derrota de 1994 y se preparan para dar un buen ejemplo a los rebeldes chechenos e instalar un gobierno títere. Los rusos avanzan hacia Grozni, capital del pequeño país, y ya han comenzado a llegar a Moscú las decenas de cadáveres de reclutas rusos que han sido muertos en las montañas chechenas. En el siglo pasado, también los zares se quedaron atascados por decenas de años en dichos parajes. La literatura rusa desde Lermontov a Tolstoi está llena de testimonios del coraje nacionalista checheno. En 1917, las autoridades soviéticas no pudieron doblegar a los chechenos, y tampoco lo lograron los poderosos ejércitos de la Wehrmacht que buscaban el petróleo de Grozni. Stalin también se estrelló contra la resistencia chechena y, a pesar de que deportó a miles de chechenos a las estepas rusas, estos se lograron reponer.
La actitud rusa es una bomba de tiempo, está dictada de manera irresponsable para echar una cortina de humo a las declaraciones del presidente del Banco de Nueva York, quien logró probar la existencia de millonarias cuentas a nombre de Yeltsin y su hija en los bancos de Estados Unidos y Zúrich.
Población masacrada. Mientras esto sucede, cerca de 200.000 refugiados chechenos huyen a través de las montañas hacia Inglaterra, ya que todas las otras repúblicas les han cerrado herméticamente las fronteras. Pronto será invierno en la zona. Según informes de la Cruz Roja Internacional, la población está siendo masacrada, sus ciudades bombardeadas, no hay comida y las epidemias están cobrando miles de víctimas; mientras tanto, ni en Moscú ni en el Consejo de Seguridad de la ONU, ni en la sede de la OTAN ni en ninguna otra parte se alzan voces para parar estos ataques. La Comunidad Internacional aplica raseros muy diferentes, siempre que se trata de uno de los cinco grandes, es un problema interno, y son esos gobiernos los que deben resolver sus problemas.
¿Dónde queda el famoso derecho de intervención humanitaria, del que nos hablaba el Secretario General en la pasada inauguración de la Asamblea General de la ONU? La humanidad poco podrá avanzar si no es capaz mediante el diálogo y la diplomacia de parar estas guerras de exterminio masivo y violaciones flagrantes de derechos humanos. Los hechos ocurridos recientemente en Timor y anteriormente en los Balcanes se quedan cortos con lo que hoy sucede en el Cáucaso. Rusia con su actitud corre el riesgo de balcanizar toda la región, la cual está conformada por miles de pueblos de tradiciones islámicas que no ven con buenos ojos la muerte de sus primos de raza y religión. Todos estos pueblos siempre han sido vistos como ciudadanos de segunda por los blancos ortodoxos de Moscú, que inclusive usan el término "checheno" como equivalente de maleante, ladrón o paria social.