Cartas

Una cucaracha en el pan y un mesero insolente

Nunca fue posible que hablara directamente con el dueño del restaurante porque el salonero insistió en que, para eso, yo debía saber mandarín

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Esto me pasó en el restaurante Heng Xin, en Tibás. Solicité hablar con el dueño, pero un mesero llamado Milton obstruyó esa posibilidad alegando que era necesario dominar el mandarín para poder comunicarse con los propietarios.








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