Cartas

Ningún niño debería tener que trabajar para sobrevivir

Duele ver a niñas y niños venezolanos en los semáforos, vendiendo dulces o pidiendo ayuda. Como sociedad, no podemos normalizar esta situación

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Hablo como una mamá que ama a sus hijos y siente empatía con lo que viven las niñas y niños venezolanos en las esquinas de la comunidad. Cada día, cuando llevo a mi hija a la escuela con una sonrisa en la cara, veo a niños venezolanos vendiendo dulces o pidiendo ayuda en los semáforos. Es imposible no sentir tristeza al verlos expuestos al sol, al peligro del tráfico, probablemente mal alimentados y víctimas de la indiferencia de muchos. Detrás de cada uno, hay una historia de migración, de familias que escaparon buscando un futuro mejor. Sin embargo, ningún niño debería tener que trabajar para sobrevivir.








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