Mi estimado colega Bosco Valverde (q.e.p.d.) los hubiera llamado crápulas, con toda razón.
En Florida, tres jóvenes fueron sentenciados a 15 años de cárcel tras ser hallados culpables de la muerte de otro trío de muchachos, quienes se mataron como consecuencia de un accidente causado por la ausencia de un alto, deliberadamente retirado.
Ese fue el fruto de una noche de diversión cuando aquellos encontraron muy gracioso complementar su juerga quitando 19 diferentes señales de tránsito.
No crean ustedes -como a menudo ocurre aquí- que ese comportamiento es ajeno en nuestro país. No. He conocido casos (y también las autoridades los han denunciado) de personas que se dedican a hacer lo mismo, a veces para dejarse los rótulos como adorno para su cuarto.
Y ni qué decir en tiempo de campaña electoral, cuando los activistas de los partidos empapelan todo, incluso las señales de tránsito. Ojalá que el caso mencionado motive a los encargados de propaganda a hacer conciencia para desterrar esa práctica antes de que tengamos que lamentar consecuencias fatales.
Esa conducta irresponsable, que más bien deberíamos llamar homicida, es parte del deterioro acelerado del valor de la vida y del respeto a los derechos ajenos. Si no, ¿qué otra explicación puede darse al desafío temerario de conductores que gozan de los "piques" a altas horas de la noche, sin importarles un bledo la suerte de los demás?
Forzosamente hay que retornar a la fuente de esa actitud: el debilitamiento del papel del hogar en la formación de los hijos. Si en el seno familiar no se forjan las bases de la convivencia, de la responsabilidad, del deber para con los demás, no hay duda que cada vez más estaremos dando alas al libertinaje y a la indisciplina, que en Costa Rica se resume en el tristemente célebre m'importa.