El término ‘anestesia’, ampliamente conocido en medicina, podría ser extrapolado al comportamiento de algunos costarricenses, ya que llama la atención que nuestra sociedad no reacciona ante la realidad nacional, que documenta diariamente la agresividad , fenómeno en escalada, que se manifiesta a través de accidentes de tránsito, agresión infantil, agresión a la mujer, agresión al adulto mayor y los casos de descuido que terminan con quemados, intoxicados, ahogados y muchos otros hechos lamentables.
Por definición, anestesia es la falta o privación general o parcial de la sensibilidad, ya sea por efecto de un padecimiento o artificialmente producida.
Desde ese punto de vista, podríamos pensar que la facultad de sentir, esa tendencia natural de los humanos a dejarse llevar de los afectos de compasión, humanidad y ternura, está siendo alterada gravemente por estímulos externos muy variados, como pueden ser la abundancia de las malas noticias, que podría hacer en muchos cumplirse el viejo adagio de “mal de muchos consuelo de tontos”, o el proceso de transculturación a que sometemos, sobre todo, a los menores de edad, o podría ser la respuesta a la llamada sociedad moderna, altamente competitiva en lo laboral, en lo académico, pero que ha olvidado en parte el mundo de los sentimientos y la espiritualidad.
Extremos contrastantes. Costa Rica es un país sin ejército desde 1948, y nos preciamos mucho de ello, pero no hemos tomado conciencia de que libramos una guerra permanente, no con armas, sino con la indiferencia, con la anestesia de nuestros sentimientos, que nos lleva a extremos que contrastan con el sentido de solidaridad, de humanidad propia de las generaciones anteriores y de la mayoría de los ciudadanos que vivimos en esta tierra.
Podemos identificar algunos factores de vulnerabilidad que podrían explicar la insensibilidad social y a los que debemos poner atención, para que no seamos nosotros los responsables de una Costa Rica en decadencia.
Los niños y adolescentes que atendemos en el Hospital Nacional de Niños (HNN) nos transmiten su alto nivel de angustia e insatisfacción en la vida, la carencia de valores religiosos intrínsecos, sistemas familiares moderadamente disfuncionales, los síndromes de la carencia del padre, carencia de guía, estructura, dirección y límites paternales, la pobre comunicación familiar, especialmente el uso de vínculos dobles por parte de los padres.
Pernicioso mensaje. A lo anterior se suma una sensación colectiva de incumplimiento de las leyes establecidas. Si alguien comete un acto ilegal y a la postre no pasa nada, ¿cuál es el mensaje?
En una sociedad de sentimientos anestesiados, ¿qué camino triste podría esperarnos? Nadie protegería a los niños, se lesionaría el futuro de la nación, las próximas generaciones no tendrían familia y la vejez comenzará a ser un largo y solitario camino, donde no habrá hijos ni nietos que cuiden al cada vez más necesitado.
Despertemos; aún existe esperanza de un futuro mejor. Recuperemos los principios y valores de los ciudadanos, la solidaridad de la familia, el amor al prójimo y el respeto por un ser superior.
Es un despertar de todos, de la familia, de la comunidad, del Gobierno y de la Iglesia.