No estuve, pero me contaron que el 25 de marzo, en la barra destinada al público frente al salón de sesiones del Plenario Legislativo ese día ocupada por dirigentes sindicalistas se desplegó una pancarta en la que se destacaba la ascendencia judía de don Luis Fishman y la esvástica o cruz nazi. Como sé lo que significa ese tenebroso símbolo, me resistí a creerle a la primera persona que me contó que efectivamente la esvástica ilustraba la pancarta sindical. Tuve que preguntar a otros, quienes desgraciadamente me lo confirmaron.
Mi resistencia inicial a admitir que en una manifestación de sindicalistas costarricenses se usara la esvástica se fundamentó en el hecho de no poder aceptar que trabajadores presuntamente democráticos, e incluso con pleno derecho socialistas, enarbolaran el distintivo nazi que en los tiempos de Hitler, Franco y Mussolini signó las matanzas de millones de seres humanos, a quienes los carniceros sacrificaron por el color de la piel, religión, libertad de pensamiento u opción sexual.
Héroes sindicalistas. No podía concebir y aún no puedo entender cómo un sector del sindicalismo costarricense espero que ultraminoritario levantara el símbolo que distinguió a quienes hace apenas 50 años torturaron, asfixiaron, cremaron vivos a centenares de miles de héroes sindicalistas en toda Europa. No podía y no puedo entender cómo esos supuestos sindicalistas costarricenses antes que reivindicar a sus héroes reivindican a sus verdugos.
El contenido de la pancarta pudo es humanamente comprensible haber herido el espíritu de Luis Fishman, quien conoce muy de cerca por los sufrimientos de sus antepasados y los de su esposa Aída los horrores del holocausto.
Pero, a quienes en realidad agraviaron los sindicalistas con el uso de la cruz gamada fue a la memoria de millones de seres humanos que murieron víctimas de la hecatombe y que como tales supieron mejor que nadie lo que significa la esvástica nazi, pero no sobrevivieron para contarlo.
Ofensa a la humanidad. En sus tumbas se habrán revuelto los muertos. En mi espíritu se han revuelto los sentimientos, porque hasta hace unas décadas yo era compañero camarada se puede decir de la mayoría de los actuales dirigentes sindicales. En aquel tiempo jamás se nos hubiera ocurrido enarbolar una pancarta con la esvástica. Jamás le hubiéramos hecho esa ofensa a la humanidad.
Espero que hombres como Héctor Monestel o Albino Vargas salgan a repudiar pública, valiente y decididamente el uso de estos símbolos en una manifestación sindical costarricense y, como lo hacíamos en mejores tiempos, se declaren, hoy como ayer, enemigos de quienes persiguen a los demás seres humanos por su fe, color, ideas u opciones. Más que Luis Fishman, quienes necesitan un desagravio son los millones de hombres y mujeres víctimas del nazismo.
Además, para que este episodio no quede como una mancha indeleble en la historia del sindicalismo costarricense, los que enarbolaron esa pancarta deber ser identificados y expulsados del movimiento laboral como lo que son: agentes infiltrados de los más nefastos, espernibles e indeseables antros de la política y la historia humana. Espero que los dirigentes democráticos de los gremios actúen a tiempo que se cumple la terrible sentencia de que "los contrarios se juntan".