Estimo que conocer y practicar el principio de la acción subsidiaria de la autoridad constituye una expresión de madurez, válida tanto en el plano familiar, como en el escolar y en la relación de gobernantes y gobernados.
Importa recordar que en latín se denominaba subsidium a la tropa de reserva, al conjunto de soldados que esperaba intervenir en el caso de que la tropa que se encontraba en la batalla necesitara refuerzos. Si la tropa en el frente de la guerra podía por sí sola vencer al enemigo, entonces la tropa de reserva (el subsidium) no intervenía.
De la misma manera debe proceder la autoridad: las personas sujetas a ella o pueden por sí solas resolver sus asuntos; o necesitan un poco de ayuda que complemente sus esfuerzos; o no pueden hacer nada por sí y entonces la autoridad tiene que hacerlo todo. De allí surgen los que pueden denominarse tres subprincipios: el de autonomía: las personas, o las familias, o las regiones o la sociedad pueden por sí resolver sus asuntos sin que intervenga directamente la autoridad. El de complementación: personas, familias, regiones o la sociedad solo necesitan un complemento a su esfuerzo para salir adelante; después de recibir tal suplemento, alcanzan la autonomía de acción. El de suplencia, que cabe aplicarse en el caso de que ni las personas, ni las familias, ni las regiones ni la sociedad pueden hacer nada por ellas mismas en un momento dado, de donde resulta necesario que la autoridad actúe en su nombre, porque no cabe otra posibilidad.
Afán de dominio. El niño pequeño, el inválido completo, quien sufre un accidente de tránsito que lo deja inconsciente, herido, tendido en la calle... si no es recogido y llevado a donde puedan curarle, de fijo no podrá hacer nada por sí. Una vez recuperado, llegará en su hora a la dicha de la autonomía.
Cuando no se respeta la autonomía de las personas, entonces se incurre en el vicio del paternalismo, que aniña a los seres humanos, que los hace irresponsables, que les impide desarrollar y poner por obra sus capacidades de persona. La sobreprotección que se da sin que haga falta, en el fondo comporta un afán de dominar a las personas dándoles lo que ellas por sí podrían lograr, con el objeto de tenerlas reatadas a quien da para diversos fines de dominación.
La Iglesia, en su Doctrina Social, sostiene vigorosamente el principio de la acción subsidiaria de la autoridad. En palabras de Pío IX: "...queda en la filosofía social fijo y permanente, aquel principio, que ni puede ser suprimido ni alterado: como es ilícito quitar a los particulares lo que con su propia iniciativa y propia industria pueden realizar, para encomendarlo a una comunidad, así también es injusto, y al mismo tiempo de grave perjuicio y perturbación del recto orden social, avocar a una sociedad mayor y más elevada, lo que pueden hacer y procurar comunidades menores e inferiores. Todo influjo social debe, por su naturaleza, prestar auxilio a los miembros del cuerpo social, nunca absorberlos y destruirlos..." (Q. Anno)
Responsable de sí y de su familia. Por su parte Juan XXIII manifiesta que la presencia del Estado no se encamina a empequeñecer cada vez más la esfera de la libertad en la iniciativa de los ciudadanos particulares, sino antes a garantizar a esa esfera la mayor amplitud posible, tutelando los derechos esenciales de la persona, "entre los cuales hay que reconocer el derecho que cada persona tiene de ser estable y normalmente el primer responsable de su propia manutención y de su propia familia..." (M et M., 55).
Cuando el Estado quiere hacerlo todo, como viene ocurriendo en Costa Rica, (banquero, pulpero, empresario, ferrocarrilero, vendedor de gasolina, electricista, educador, asegurador, cantinero,...) termina por hacerlo todo mal, se embaraza en mil cosas, todas las cuales las hace mal, aniña y esclaviza a los ciudadanos y paraliza el desarrollo del sentido de la responsabilidad, sin la cual la persona se ve disminuida en su grandeza. Así tampoco puede haber progreso verdadero.
El sentido del "pobrecito" a lo tico suele ser la negación del principio de la acción subsidiaria, sobre todo, del Estado. El que no trabaja, que no coma, enseñó San Pablo. Y eso vale para todo lo demás. Es menester que haya gobernantes de personas adultas, las que deben aceptar el cumplimiento de sus deberes, la responsabilidad por su propia vida. El paternalismo aniquila las fuerzas sociales y expresa su falta de fe en la dignidad de las personas.