
Ciudad Cortés, Osa. La amenaza de huracanes e inundaciones, la pérdida de ganado, de bienes materiales y el riesgo de muerte no son suficientes razones para que los habitantes de Ciudad Cortés acepten un traslado voluntario a tierras más altas.
La mayoría de los 4.000 vecinos de esta pequeña comunidad en el Pacífico sur del país están aferrados a su tierra, y alegan que las casas y los terrenos que les ofrecen en Nueva Cortés son muy pequeños en comparación con sus propiedades actuales.
Sostienen que en el nuevo poblado, donde ya se instaló la Municipalidad, no existen suficientes fuentes de trabajo y que el comercio no tiene intención de trasladarse.
Pese al rechazo comunal, la administración local y el Gobierno de la República continúan con la reubicación de la ciudad, que vive en constante peligro por las crecidas de los ríos Térraba y Balsar, y por el embate de los huracanes.
Aunque el reasentamiento está dispuesto en un decreto ejecutivo desde 1997, no fue sino hasta el año pasado cuando se trasladó la Municipalidad y empezó la construcción del nuevo hospital de Osa, que sustituirá al antiguo y deteriorado Tomás Casas.
Para este cuatrienio también está previsto el paso del colegio y de los Tribunales de Justicia.
La única experiencia exitosa en traslado de comunidades se concretó finales de los 70, cuando Arenal y Tronadora -Tilarán- fueron reubicadas pues sus asientos originales quedaron bajo las aguas del embalse de Arenal.
Otro nombre. Nueva Cortés empieza a erigirse a unos tres kilómetros de Ciudad Cortés, en un terreno más elevado y contiguo a la carretera Costanera Sur. En el sitio ya se construyó un proyecto de vivienda de interés social, El Renacimiento, con 160 casas.
Sin embargo, varias de las residencias están ocupadas por vecinos de Golfito, Buenos Aires y Pérez Zeledón y no por los beneficiarios originales: familias de Cortés afectadas por las inundaciones.
Varias personas reconocieron que pagan alquiler por casas que habitan, pues los dueños no están dispuestos a vivir en viviendas chicas y con poca tierra para sembrar.
Juana Marín De la O, una de las verdaderas propietarias, aseguró con indignación que el barrio se volvió "una choriceadera".
"Hay gente aquí que gana mucha plata, aquí venden y alquilan las casas, habiendo tantas personas en Cortés que todavía pasan necesidades", relató esta señora que en 1996 perdió su vivienda tras el paso del huracán César.
Luz Martina Venegas, oriunda de Pérez Zeledón, aceptó que ella y su esposo le pagan ¢25.000 mensuales de alquiler al verdadero propietario de la casa, "porque él nunca quiso venirse a vivir aquí".
Un monto similar paga Jésica López, quien emigró desde San Vito, Coto Brus. Como ella, otra señora, que no quiso identificarse, confirmó que hay más inmigrantes del cantón de Buenos Aires y de la provincia de Guanacaste, quienes arriendan las casas, a pesar de que las viviendas de interés social son intransferibles durante los primeros diez años.
Otras dos viviendas se encuentran vacías, una de ellas se encuentra tan deteriorada que la puerta del patio y el cielorraso se pandearon y el monte la tiene invadida.
Incumplimientos. De vuelta en Ciudad Cortés, Édgar Zúñiga encabeza a un grupo de vecinos del barrio El Cementerio quienes se niegan a dejar sus casas para pasarse a Nueva Cortés.
Ellos firmaron un recurso de amparo, que ya enviaron a la Sala IV pues alegan que las condiciones originales del traslado se incumplieron.
Entre ellas, que las casas y los lotes que recibirían en Nueva Cortés tendrían las mismas dimensiones de sus propiedades actuales.
"Aquí mi casa se inunda, pero es de 144 metros cuadrados. Me la quieren cambiar por una de 42 metros y sin patio para sembrar, donde no cabemos mi esposa, dos hijas, la sobrina y yo. Para eso mejor me quedo aquí batiendo barro", dijo.
El alcalde local, Eugenio Nájera, reconoció que cumplir con las promesas de 1997 va a ser "difícil", porque el Gobierno no compró suficiente tierra para pasar a unas 200 familias que viven en peligro.
Alegó que hace 10 años, cuando se pensó en el traslado, las tierras altas valían entre ¢700 y ¢1.000 el metro cuadrado. Hoy, con la construcción del hospital de Osa, la tierra vale entre ¢10.000 y ¢25.000 por metro cuadrado, "y para eso no hay tanta plata".