El cabildeo, en términos sencillos, es tratar de persuadir o convencer de un punto de vista determinado a quienes toman decisiones.
Se trata de una actividad profesional regulada, que en las democracias tiene origen en el derecho de grupos e individuos de que sus necesidades sean tomadas en cuenta.
Pero esto puede tener serias implicaciones para el interés de la mayoría y, por ello, el verdadero cabildeo sigue regulaciones y normas éticas.
En Estados Unidos, quienes cabildean deben registrarse y presentar informes periódicos públicos sobre: a favor de quién cabildean, ante quién, con qué técnicas, sus donaciones políticas y otros detalles.
Además, hay códigos de ética, como el de la Liga Americana de Lobbyistas , el cual establece pautas contra actos indebidos y conflictos de interés.
Los incumplimientos se castigan con multas de hasta $50.000 (¢22 millones), despido y pérdida de credibilidad ante funcionarios y clientes.
Cualquiera que tenga relaciones o contactos y entienda cómo se toman las decisiones puede ser un lobbyista , mientras se le pague por ello, como consultor externo o como empleado de planilla.
Aquí se cabildea por la libre. Edgar Mata y Marjorie Sibaja, de las firmas de relaciones públicas Comunicación Corporativa y Edilex, respectivamente, dijeron que cuando les piden cabildear remiten a abogados, expolíticos, politólogos y otros.
Para Mata, la falta de normas ha hecho que las gestiones pasen de basarse en argumentos a sustentarse en vínculos.
Sibaja dijo que mientras no se aplique la nueva ley en algún caso, no quedará claro qué se considerará cabildeo legítimo.