
Apilada en cajas de seguridad, las autoridades antidrogas mantienen una de las más grandes y suntuosas colecciones de joyas del país: 4.575 piezas decomisadas al narco en los últimos cinco años.
Peritos no han estimado su valor monetario, pero solo en uno de los casos (60 alhajas que un supuesto vendedor de drogas tenía en un maletín) las piezas tenían un costo superior a ¢15 millones.
En las cajas hay sortijas que en su momento tuvieron valor sentimental –como el anillo de graduación de “Carlos M; 1952” o el del matrimonio entre “Catty y Diego; 23-7-88”–, pero que, al parecer, terminaron canjeadas por droga.
Otras joyas daban “estatus” a sus propietarios (todos sospechosos de traficar o vender drogas).
Las autoridades resguardan dos relojes Rolex, valorados en más de $20.000.
Pertenecían a los presuntos cabecillas de una banda de narcotraficantes que, a finales del año anterior, perdió a manos de la Policía $4,2 millones y 1,5 toneladas de cocaína.
“Muchas de las joyas son utilizadas como medio de pago. Es dramático porque son robadas a señoras o gente indefensa que no tenían capacidad de enfrentarlos”, comentó uno de los jefes de la Policía de Control de Drogas (PCD),
Por eso, en las cajas abundan esclavas con nombres, cadenas reventadas, anillos conmemorativos y aretes sin su par.
Difícil rematarlas. Las alhajas permanecen bajo custodia del Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD), que paga al año $2.000 a un banco estatal por el alquiler de 10 cajas de seguridad.
El último remate de joyas se llevó a cabo en el 2004. En esa oportunidad, a las arcas de las autoridades antidrogas ingresaron $14.000. Ese dinero se invirtió en la lucha contra el narco.
En estos momentos, 3.693 joyas están en calidad de decomiso (a la espera de que se resuelvan las causas judiciales); otras 882 están listas para ir a remate.
“El proceso de venta es muy complicado. Las joyas tienen que ser sometidas a pruebas químicas para determinar su quilataje.
“Después, hay que contratar a un perito para que estime su valor”, explicó Dennis Cheng, funcionario del ICD.
Bancos de joyas. El 13 de mayo del 2002, tres miembros del denominado “Clan Altamirano” fueron enviados a prisión por traficar drogas y ordenar el homicidio de uno de sus rivales: Marco Tulio Moya, alias Baygón . Buena parte de la fortuna decomisada al grupo que dirigía Gloria Altamirano Lewis (40 años de cárcel) eran joyas.
Las autoridades se incautaron de 25 pares de aretes, 62 cadenas, 22 dijes, 41 pulseras, 172 anillos, 3 relojes y 2 joyeros. En total, el clan tenía en su poder 327 piezas.
Ahí estaban las esclavas de dos niñas llamadas “Shirley” y “M.Milagro”, los anillos de matrimonio de “Yorleny, 18-11-99”, “Carlos 2-12-92” y “Haydee, 10-12-88”, así como sortijas de graduación del Instituto Agropecuario, la American Business Academy y la Universidad de Costa Rica (1995), entre otros.
Algo parecido encontraron los agentes antidrogas en las casas de los miembros del “Cartel de El Infiernillo”, en Alajuela.
El líder del grupo, Roberto Beto Zamora, y 12 personas más fueron enviadas a prisión el 13 de marzo del 2002.
En las viviendas del grupo las autoridades decomisaron 135 anillos, 18 pares de aretes, 54 cadenas, 12 esclavas, 47 pulseras, 33 dijes y 15 relojes. En total, 314 alhajas.
Algunas de las joyas tenían imágenes religiosas, como la Virgen de los Ángeles y la Virgen de Guadalupe; otras, motivos de animales, entre estos delfines, abejones, caballitos de mar y águilas.
La muestra de joyas también incluía anillos conmemorativos y dijes con iniciales.