Luego de nueve años exiliada en una bodega del Museo Nacional, la escultura de don Pepe Figueres volvió a tomar posesión de su antiguo territorio: la plaza de la Democracia.
La estatua había sido retirada de ese sitio en el 2007, tras un decreto del entonces presidente Óscar Arias para resguardarla de actos de vandalismo, entre ellos, ataques con bombas llenas de pintura.
La obra regresa a este espacio público este 1.° de diciembre, 68 años después de que José María Figueres Ferrer tomara una decisión clave en la historia del país: la abolición del ejército.
"Don Pepe vuelve al lugar de donde nunca tuvo que ser desalojado", afirmó el presidente de la República Luis Guillermo Solís, durante el acto conmemorativo de la efeméride, en el que se aprovechó para develar la estatua.
En el 2014, el mandatario emitió el decreto ejecutivo N° 38.736, con el que ordenó reinstalar el monumento. Max Gamboa, miembro del Grupo de Amigos de don Pepe, expresó su gratitud al mandatario por devolver la escultura a su casa.
"La larga noche de este monumento acabó. Ya nada ni nadie, con ningún pretexto, podrá sacarlo de aquí", aseguró Gamboa.
En la actividad, Solís y la ministra de Cultura, Silvie Durán, firmaron un decreto que cambia el nombre de plaza de la Democracia por plaza de la Democracia y de la Abolición del Ejército.
Asimismo, el presidente entregó la Medalla al mérito en la paz y la democracia –distinción que se otorga desde la administración Chinchilla Miranda– a Efraín Chacón, un excombatiente de la guerra del 48.
Bien acompañado
El busto de tres metros de altura de don Pepe se acompaña por la figura de una niña con un violín, en alusión a la cultura, y un niño sentado con unos libros, que representa las letras y la educación. Estas dos obras miden 1.82 metros y 82 centímetros de alto, respectivamente.
El conjunto escultórico de cuatro piezas, todas en bronce, se complementa con un mazo que simboliza el trabajo. Este elemento no permanecerá en la plaza con el resto de obras, sino que formará parte de la Sala de Historia de Costa Rica, dentro del Museo Nacional, que se inaugurará a inicios del 2017.
La medida responde, nuevamente, a la necesidad de resguardar la pieza de los vándalos. El antiguo mazo había sido robado de la plaza. Sin embargo, en el 2015, la escultora del conjunto completo, Marisel Jiménez, modeló uno nuevo.
Una exhaustiva restauración
Para volver a su lugar de origen, las piezas artísticas pasaron por un minucioso proceso de recuperación que estuvo a cargo de Ana Eduarte y Alfredo Duncan, restauradores del Museo Nacional.
A la escultura de la niña con el violín –las más deteriorada porque los vándalos le habían desprendido el instrumento musical de la mano– se le colocó un "alma", es decir, un complemento que fija y une ambas partes, comentó Eduarte.
En esa misma parte donde estaba más afectada la escultura, se le colocaron pátinas. Una pátina es la capa verduzca que se va formando en la superficie de las obras de arte y que, con el paso del tiempo, se vuelve parte de la obra.
Las cuatro piezas (la estatua de don Pepe, la niña, el niño y el mazo) fueron sometidas a limpieza, eliminación de áreas oxidadas y obturación de orificios.
"A todos se les aplicó una capa de protección, que es una mezcla de ceras para que el agua resbale más fácilmente y que, además, tiene protección ultravioleta para evitar que las obras se calienten mucho", explicó la restauradora.
El diseño de la estructura en donde hoy está el conjunto escultórico estuvo a cargo del arquitecto Rónald Quesada.
El monumento se ubica sobre una base de tres pedestales de concreto de 95 metros cuadrados, con un jardín alrededor, para un área total de construcción de 135 metros cuadrados.
La colocación del conjunto escultórico tuvo un costo de ¢36,4 millones, de los cuales el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) aportó ¢20,8 millones, y Museo Nacional, ¢15,6 millones.