Puntarenas . Como Pedro, a quien Cristo encomendó dejar sus redes tradicionales para dedicarse a otra pesca -la de hombres-, también monseñor Hugo Barrantes Ureña se propone hacer del rescate de almas la tarea prioritaria en su episcopado, que empezó ayer al ser consagrado como primer obispo de la Diócesis de Puntarenas.
"La tarea que nos espera es clara: evangelizar", expresó el prelado en su primer mensaje a su grey minutos después de haber sido investido como titular del obispado con sede en esta ciudad del Pacífico.
Y en esa misión, los sacerdotes -como principales colaboradores del obispo- juegan un papel de primer orden, y así lo destacó en la homilía el nuncio apostólico, Jacinto Berloco, quien exhortó a Barrantes a cuidar de ellos y darles "sus mejores desvelos de pastor".
La ceremonia de consagración de monseñor Hugo Barrantes, un generaleño nacido hace 62 años, tuvo lugar en el estadio Lito Pérez en presencia de todos los miembros de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, los obispos Héctor Peña -de Holguín, Cuba- y Mario Ríos Montt, de Guatemala.
También estuvieron el presidente de la República, Miguel Angel Rodríguez; la primera dama, Lorena Clare de Rodríguez; la primera vicepresidenta, Astrid Fischel; decenas de sacerdotes y seminaristas, así como otros invitados y público, que se acomodó en las graderías norte, sur y oeste (aunque menos).
La Diócesis de Puntarenas, creada en abril con el cercenamiento de territorios que antes estaban bajo jurisdicción de las de San Isidro de El General y Tilarán, es la sétima del país. Es sufragánea de la Arquidiócesis Metropolitana de San José (es decir, constituye con esta y las demás la Provincia Eclesiástica de Costa Rica).
Monseñor Román Arrieta, arzobispo josefino, fungió como consagrante del obispo, que antes de asumir este cargo fue vicario general de la Diócesis de San Isidro de El General y párroco de esta ciudad.
"Día histórico"
La ceremonia comenzó con la lectura de la bula papal que creaba el obispado puntarenense y el respectivo decreto de ejecución de ella, firmado por Berloco y que oficializó la fundación, el 16 de julio de 1998. Según el texto, La Santa Sede instituyó la diócesis a pedido de la Conferencia Episcopal.
Para monseñor Arrieta, ayer fue "un día verdaderamente histórico" para la Iglesia y el pueblo, y animó a Barrantes Ureña a no desfallecer ante los retos que deberá afrontar en su ministerio.
Por su parte, Berloco trazó un paralelo entre la situación narrada en el evangelio de San Lucas -la abundante pesca lograda por Pedro y sus compañeros, luego de horas de infructuosa labor- y lo que acontecía ayer en el estadio. En ambos casos, mucha gente reunida cerca del agua y gran expectación.
Dijo que la constitución del obispado de Puntarenas constituye una muestra de aprecio y confianza por parte del papa Juan Pablo II. Se refirió a los grandes retos que hará frente monseñor Barrantes Ureña, mas llamó a que "no se fijen en la magnitud de los problemas ni en la pequeñez de las mentes".
El rito continuó con la petición de consagración, que hizo el presbítero Alvaro Coto, y la lectura del mandato apostólico, documento en el cual se consigna el nombramiento del obispo elegido.
Después de la profesión de fe por parte de este (que es sometido a un examen sobre su compromiso el ministerio episcopal), vino el canto de las letanías de los santos, la imposición de las manos y del libro de los evangelios y, por último, el momento más importante: la oración consecratoria.
La ceremonia incluyó también la entrega de los símbolos de autoridad del pastor: el anillo (representa la fidelidad a la Iglesia), la mitra (especie de gorro) y el báculo (una especie de bastón, signo de su ministerio pastoral).
Con su pueblo
Por su parte,el pueblo de Puntarenas presentó ofrendas a su nuevo pastor que representa los diferentes sectores de los seis cantones que componen la diócesis. Una pareja le entregó productos agrícolas, otra le trajo una red y dos miembros de la colonia china, unas piezas de porcelana.
Dirigiéndose a la grey, monseñor Barrantes manifestó que se vive "un cambio de época" y que, por tanto, se hace necesario saber "leer los signos de los tiempos", para responder a los desafíos y "no ir jadeando, detrás de la historia".
Antes, se encaminó hacia las graderías para, en una "vuelta olímpica", saludar al público.
La ceremonia terminó a la 1:23 p. m. justo cuando negros nubarrones anunciaban aguacero.