Álvaro Quesada Soto, ensayista e investigador de la literatura costarricense, falleció el sábado en la noche, víctima de un paro cardíaco.
Su muerte sobrevino después de que el viernes tuvo una molestia neurológica que obligó a hospitalizarlo; se le recomendó reposo absoluto por tres días en su casa, en el cantón de Moravia. De vuelta allí, el accidente cardiovascular sobrevino repentinamente.
Su cuerpo es velado en la Funeraria del Magisterio Nacional y los funerales se realizarán hoy, a las 10 a. m., en la iglesia Don Bosco, en San José. Será sepultado en el cementerio General.
Quienes lo conocieron lo destacaron como un hombre de sangre dulce por su afabilidad y modestia; de sangre azul por su categoría intelectual y de sangre roja por la vitalidad en el goce de las creaciones humanas.
Quesada Soto fue uno de los investigadores y ensayistas de las letras costarricenses más importantes del país. Su figura alta y sonrisa silenciosa eran norma en las actividades culturales del país, junto a su esposa, la actriz Eugenia Chaverri.
También era muy común encontrarlo leyendo sin pausa y dando clases en la cátedra que ocupaba en la Universidad de Costa Rica (UCR).
Valioso legado
La calidad y cantidad del trabajo académico y las publicaciones de Álvaro Quesada, de 56 años, habrían justificado su vanidad al saberse una de las personalidades culturales más valiosas del país, como en efecto lo consideran intelectuales y académicos. Empero, era un hombre extraordinariamente sencillo, con gran seriedad profesional y una condición humana sin parangón.
"No hay idea del investigador que pierde el país: él reescribió la historia de la literatura costarricense, con el mayor respeto por los esfuerzos anteriores", explicó Amalia Chaverri, filóloga y directora del Museo de Arte Costarricense.
Hombre de letras
Incapaz de envidia, de morbo, incontaminado de intriga y maledicencia y libre del ansia de poder, Álvaro era profundo, de talante tranquilo y humor fino; disfrutaba vitalmente las creaciones literarias y artísticas al lado de Eugenia Chaverri, a quien brindó consejo y apoyo en sus proyectos teatrales y dramatúrgicos.
Juntos procrearon dos hijas: Ivannia y Natalia.
Este investigador y ensayista se hizo acreedor, varias veces, al premio Aquileo J. Echeverría en Ensayo. En 1999 recibió el premio Áncora en la misma rama, correspondiente al bienio 1997-1998.
Algunas de sus obras son: Uno y los otros , La casa paterna (junto a Margarita Rojas y Flora Ovares), La voz desgarrada: La crisis del discurso oligárquico y la narrativa costarricense , La formación de la narrativa nacional costarricense (1890-1910) y Antología del relato costarricense.