
La polilla y la humedad hicieron de las suyas en cientos de pupitres de escuelas y colegios que estuvieron prácticamente cerrados durante dos años por la pandemia. Por eso, con el retorno a las clases presenciales, el 17 de febrero pasado, la situación se volvió crítica. “Tengo aula y media donde los alumnos están sentados en el suelo”, contó Grushenska Castillo, directora del Liceo de Santa Rita, en el cantón Río Cuarto, con 625 alumnos.
La situación se repite en el Colegio Técnico Profesional de Venecia, San Carlos, donde la directora Ana Daisy Esquivel dijo que la polilla y el comején estropearon “una cantidad exagerada de pupitres”. Al ver que muchos de sus 980 alumnos no iban a tener dónde sentarse a estudiar, pidió ayuda a los egresados para que donaran “aunque fuera mil colones”. Al final, lograron la contribución de 70 personas, incluyendo exprofesores.
Pasa lo mismo en el Liceo de Río Cuarto, donde hay 410 colegiales, pero faltan 175 sillas y 30 mesas, relató el subdirector Álex Alvarado, quien recurrió a bancos y sillas plásticas del comedor. “Estamos pidiendo donaciones. Ya hicimos publicaciones en redes sociales para ver si la comunidad y empresarios nos ayudan. Algunas ferreterías nos donaron materiales y un empresario nos va a donar unas poquitas sillas”, dijo.
Las carencias no son exclusivas de estos tres colegios donde el faltante llega a 500 pupitres. Según la Dirección de Infraestructura Educativa (DIE), del Ministerio de Educación Pública (MEP), 155 secundarias de diversos puntos del país solicitaron 14.515 pupitres que están pendientes de entrega. No obstante, con el presupuesto disponible, solo podrán suplir 5.640 unidades (39%).
Solo en el Liceo de Santa Rita hacen falta 300, aunque antes eran más, pero gracias a donaciones de los docentes y personal administrativo, entre todos lograron hacer reparaciones durante las vacaciones, afirmó la directora Grushenska Castillo. “Acá no hubo donaciones de empresas ni de egresados, acá fue todo interno. Aunque parezca absurdo, tuvimos que recaudar ¢2.000 por cada funcionario para comprar unas láminas que nos faltaban. En este momento estamos con 125 sillas plásticas prestadas”, explicó.
En el CTP de Venecia ocurrió algo parecido. Lograron que un colegio privado de Heredia les regalara pupitres usados. Cuando llegaron, el profesor del taller de maderas, Juan Carlos Vega, quien tiene tres décadas de laborar, y el encargado de mantenimiento del colegio, Manuel Arias, se dieron a la tarea de rejuvenecerlos en el mismo taller.
“Uno tiene que ver cómo hace porque el colegio tiene que seguir funcionando”, dijo Vega. Para la reparación de las sillas y mesas, agregó, primero se debe lijar y pintar el metal, para evitar la corrosión. Y, luego, sustituyeron las piezas de madera por un material llamado MDF Hidrófugo, que “es un poquito más caro que la madera clásica de los pupitres, pero esa no dura ni seis meses, se apolilla toda, no vale la pena. A este otro material no le entra la polilla y es resistente al agua. Es una inversión un poquito más grande pero dura más”, explicó.
Entre Vega y Arias cortaron las láminas y repararon casi cuarenta mesas en dos días. En este caso, el metal ya había sido pintado.
¿Y las sillas? Con ellas el proceso tarda más, pues se deben cortar dos piezas. “Ahí se va avanzando, pero uno ya con estudiantes no puede dedicarse solo a esto. En este momento hay un déficit de 60 sillas, hay mesas, pero no estaban las sillas. Se arreglaron cuarenta mesas pero solo había como ocho sillas. Yo le sugerí a la directora que hicieran una actividad en las aulas para que cada estudiante pinte su mesita de un color diferente”, relató Vega.

El origen de todo
El por qué de esta crisis es la reducción de presupuesto. En el marco de la Ley 6746, que crea el Fondo Juntas Educación y Administrativas Oficiales, se pasó de dar a colegios ¢25.795 millones para gastos de operación en 2019, a ¢11.733 millones en 2022. En 2020 y 2021 la asignación fue de poco más de ¢16.000 millones.
Ana Daisy Esquivel, directora del CTP de Venecia, afirmó que la situación es crítica. “Hay que seguir pagando luz, agua, teléfono, guardas los fines de semana y en las noches. Para 2022 lo que nos dan por mes para gastos corrientes son poco más de ¢2 millones. Ya la junta y los profesores saben que no nos va a alcanzar, toca establecer prioridades, pero este año ni sé cómo vamos a recargar extintores”.
Grushenska Castillo se quejó de que no surte ningún resultado pedir algo al MEP porque, si lo gestiona, “ya casi lo hago sin fe. Sé que tenemos que salir adelante con lo que tenemos”.
Y Esquivel fue muy directa: “Tenemos que seguir cumpliendo con rendimientos, no tener estudiantes desertores o aplazados. Pero ellos tienen que replantear que con los dineros que están depositando a las escuelas y colegios mensual, no va a alcanzar para los requerimientos mínimos. Dentro de unos años, las escuelas y colegios van a estar totalmente deteriorados”.
El subdirector del Liceo de Río Cuarto, Álex Alvarado, tiene la misma percepción. “De parte del MEP no hemos tenido acompañamiento, solo nos han enviado circulares diciendo que tenemos que cumplir con los protocolos sanitarios”.

Respuesta del Ministerio de Educación Pública
La Nación consultó con el MEP qué planes o estrategias desarrolló para los centros de educación secundaria del país con motivo de la vuelta a clases presenciales. Ante esto, la institución respondió que “aparte de implementar la presencialidad completa, se está implementando el Plan Integral de Nivelación Académica, tanto en primaria como en secundaria”.
Específicamente sobre los problemas de infraestructura de los colegios, el ente rector declaró que “se hizo el aporte completo de mobiliario que se pudo adquirir en el 2021. En estos momentos se gestionan donaciones con instancias como universidades y empresa privada para apoyar casos más urgentes, mientras se logra la adquisición del mobiliario 2022″.
Artículos de uso diario como alcohol en gel, jabones y utensilios necesarios para dar clases, son adquiridos directamente por las Juntas de Educación y Administrativas, explicó el MEP.

