Para buscar la verdad, Luis Jiménez Arias confía tanto en los microscopios como en la Biblia.
Él es microbiólogo especialista en bacteriología, doctor en biología molecular, mercadólogo, exejecutivo de la Merck Sharp and Dohme, exprofesor de la Universidad de Costa Rica y ahora está listo para ser ordenado sacerdote.
En 1999 dejó su carrera académica y empresarial para seguir su vocación religiosa, que sintió desde su niñez en Limón.
Después de completar su formación teológica en Nueva York y obtener una maestría en Divinidad, el año pasado este científico costarricense, de 45 años de edad, comenzó a especializarse en bioética, en Roma.
La Nación lo entrevistó el lunes en su casa, en Rohrmoser, a donde vino a pasar las vacaciones de fin de año y a hacer los trámites para su ordenación.
Él se prepara para ser un autorizado defensor de la Iglesia Católica en temas bioéticos, cuando sectas e industrias compiten por anunciar la primera clonación de un ser humano y achacan a la Iglesia una actitud retrógrada ante el avance científico.
“Yo defiendo la posición de la Iglesia no por dogma sino por convicción –declara vehemente–, porque estoy convencido de que realmente las cosas buenas se pueden lograr a través de actos buenos”.
Para él, la clonación humana es un absurdo científico y ético: “Si quisiera clonar al papa Juan Pablo II, el ser que nacería sería igual físicamente, pero no por eso llegaría a ser Papa”.
Fin y medios
La clonación es un procedimiento mediante el cual se extrae el núcleo de una célula y se le implanta en un óvulo para crear un ser genéticamente idéntico al original.
Esa maniobra, que ha sido ensayada en animales, no solo permitiría crear seres idénticos sino también obtener células madre de un embrión clonado para producir cualquier tejido humano y curar enfermedades.
–Entonces, ¿por qué se opone la Iglesia a esos estudios?
–La Iglesia no se opone a que se trabaje con las células madres (de las que se pueden obtener tejidos y órganos humanos). Está en contra de que se maten embriones humanos, que se experimente con la vida de los más indefensos solo porque es más fácil, cuando hay otras alternativas.
–¿Y hay alternativas?
–Sí. En noviembre del 2001 se llevó a cabo en Roma un coloquio internacional sobre células embrionarias. La conclusión es que sí se puede hacer con células madres no embrionarias prácticamente todo aquello que se hace con células embrionarias, excepto la reproducción misma.
Pero Jiménez admite que la búsqueda de curas con células no embrionarias, que se obtienen de la sangre, la piel, el cerebro o la placenta, es mucho más complicada, lenta y costosa.
“Por bueno que sea el fin, como curar el Parkinson y la distrofia muscular, si tengo que matar a seres humanos el fin intrínsecamente es perverso.
“No es razonable destruir una vida humana solo porque sea más fácil trabajar con células madres embrionarias. Lo que tenemos que hacer es trabajar más en investigación en células no embrionarias”.
–¿A la industria farmacéutica le interesan esos estudios?
–Desde el punto de vista industrial y comercial hay mucho más interés por las células madres embrionarias que por las no embrionarias, porque de ellas se puede extraer cualquier tejido y son más fáciles de trabajar.
“Desde el punto de vista bioético nuestro interés es buscar alternativas: aquellas que no afecten la dignidad de la persona humana”.