Semanas antes del asesinato de Roberto Samcam, varios críticos del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo recibieron alertas de atentados en su contra. El propio Samcam tomaba medidas de seguridad desde hace meses, según confirmaron allegados al militar retirado nicaragüense.
Como medida de protección, Roberto Samcam viajaba constantemente a Estados Unidos. Permanecía entre dos o tres meses en el país norteamericano y regresaba a Costa Rica para evitar ser ubicado con facilidad. De hecho, recientemente, el fin de semana pasado había regresado a Costa Rica de un viaje en Los Ángeles, California.
El disidente, de 67 años, decidió no asistir a la misa de cuerpo presente de la expresidenta de Nicaragua, Violeta Barrios de Chamorro, el pasado lunes, en el templo Votivo Sagrado Corazón, en San José, para no ser detectado.
Pese a este protocolo de seguridad que tenía el militar retirado, basado en las amenazas de muerte que recibía e informaciones que obtenía de otras fuentes, fue asesinado de ocho tiros en la casa donde vivía, en Moravia, en la mañana del 19 de junio.
La esposa de Samcam, Claudia Vargas, horas después del asesinato, dijo que siempre hablaba con él sobre estos peligros a su seguridad, y decía “que iba a estar hasta el final”.

El exilio nicaragüense en shock
Este medio conoció tres casos de críticos al régimen Ortega-Murillo que recibieron amenazas de muerte antes de que se concretara el asesinato de Samcam. Ninguno quiso identificarse por temor.
Uno de ellos tenía previsto viajar a Costa Rica desde el extranjero hace dos semanas, pero recibió una alerta de un organismo de seguridad sobre un presunto plan en su contra.
“El exilio opositor está en shock”, dice la excomandante guerrillera Dora María Téllez, quien fue compañera de Samcam en el Movimiento Renovador Sandinista (MRS). “Esto nos recuerda que la dictadura en Nicaragua está enfrentando a los opositores como si se tratara de una guerra, desde las protestas de 2018”, valora.
La Comandante Dos de la insurrección que destronó a la dictadura somocista en 1979 cree que el mensaje enviado por el régimen Ortega-Murillo con este asesinato es: “Nadie va a tener paz ni afuera ni dentro de Nicaragua, mientras la dictadura esté en el poder”.
Este ataque muestra que “hay una decisión de Ortega y Murillo de eliminar a todos los enemigos que puedan”, según la crítica de los mandatarios nicaragüenses. “Además, quieren atemorizar y silenciar a las voces en el exilio”, añade.

Acción planificada
Desde su experiencia guerrillera, Téllez considera que el ataque contra Samcam fue una acción planificada con un mecanismo de inteligencia previo con el que se obtuvo información del mayor retirado y seguramente hubo un seguimiento metódico, incluso por varias vías y mediante diferentes medios (personas y vehículos).
“En el caso de Roberto (Samcam) lo mataron en su casa, lo que quiere decir es que no querían fallar, querían tener precisión”, valora Téllez. “No encontraron otras vulnerabilidades de Roberto; entonces decidieron tomarse el riesgo de ejecutarlo en su propia casa”, agrega.
Para la exguerrillera, esta forma de operar revela características del asesino: “Sangre fría, probablemente sicario, pero que contaba con información de inteligencia previa”.
Téllez cree que fueron sicarios foráneos: que pueden entrar y salir de Costa Rica con facilidad, y cuyo rastro no será fácil de precisar. “Muy probablemente ya salieron o están por salir de territorio costarricense”, apunta.
Las palabras de Téllez concuerdan con las primeras interpretaciones de especialistas en crímenes de este tipo, quienes coinciden que el homicidio no puede atribuirse a delincuencia común.
Y las evidencias están a la vista. El ataque ocurrió a las 7:45 a. m. cuando los criminales confirmaron que la aguja del residencial estaba levantada, que no había guarda en la entrada y que varios obreros tenían abierto el portón porque lo estaban reparando. Uno de los sospechosos ingresó con la cara descubierta y saludando a los trabajadores, para hacerles creer que era un residente más.
Luego subió las escaleras y, sin desviarse, entró directo a la casa de Samcam, para asestarle ocho disparos en pierna, abdomen y el tórax.
El gatillero no agredió al resto de ocupantes de la vivienda, una hija y la esposa del disidente, y huyó sin robarse nada, en un carro conducido por otro hombre que lo estaba esperando.