Un menor, quien la medianoche en que llegaba el año 2001 sufrió una grave quemadura por la explosión de pólvora en una casa en Curridabat, San José, falleció la semana anterior.
Pedro Omar Brenes Gaspar, de casi 14 años, murió en el Hospital Nacional de Niños, por las graves secuelas que padeció desde aquel 1.° de enero del 2001.
Autoridades del centro médico y la mamá del niño confirmaron ayer la muerte, la cual ocurrió el Día de la Madre, en la tarde.
En una de las salas de cirugía del Hospital Nacional de Niños en San José, el jovencito dejó de sufrir por los padecimientos que le provocaron las quemaduras, que abarcaron un 95 por ciento del cuerpo.
Brenes estuvo grave desde los últimos minutos del 2000, cuando junto con su hermano Rolando, de 10 años, y dos primos fue alcanzado por la explosión de pólvora acumulada en una bodega de su casa, para festejar la llegada del Año Nuevo.
El incidente causó la muerte instantánea de María Fernanda Matamoros Gaspar, de tres años. Posteriormente sobrevino la de Esteban Rumoroso Roy, de seis años, y la de Rolando Brenes.
De acuerdo con el médico Rodolfo Hernández, director general del centro hospitalario, la causa del fallecimiento de Pedro Omar Brenes fue un sangrado digestivo y un estado de shock irreversible, pues su presión arterial era excesivamente baja.
"Él llegó el 14 de agosto en estado muy delicado, pues sus tejidos estaban sufriendo la fuerte disminución de la presión arterial. Se trató de estabilizar, pero siguió el sangrado y la presión nunca mejoró", explicó.
Vivió 19 meses
Así finalizó la larga agonía del menor, quien estuvo muy presente en el pensamiento de los médicos y las enfermeras que lo atendieron en la Unidad de Quemados de ese hospital, así como de otros profesionales contratados por la familia Brenes Gaspar.
Antes del 14 de agosto, el menor estuvo casi un año en su casa al cuidado de una enfermera particular y de su madre, Naira Gaspar, quien respetuosamente dijo a La Nación que no estaba aún preparada para dar declaraciones.
Hernández aseguró que desde el accidente el niño sufrió graves secuelas neurológicas y otras en todo su organismo, pese a que la reconstrucción de su piel había sido relativamente exitosa.
El médico añadió que Pedro tenía evidentes cicatrices en la piel, ya que cinco días después de la explosión un grupo de especialistas le removió la piel quemada y le implantó tejido.
Otro médico, Pablo Sibaja, quien participó en esa cirugía, comentó que el niño sufrió durante los 19 meses condiciones que le dificultaban su relación con el medio externo, por daños cerebrales de la detonación.
Para Hernández, la explosión fue una tragedia que obligó a meditar sobre el riesgo del uso de la pólvora.