Cuarto piso. Sala de operaciones número tres del Hospital Nacional de Niños. Al frío de la mañana se une el del aire acondicionado que escapa fogoso del techo.
En el momento en que el bisturí hace el primer contacto con la piel de Andrea todo cambia.
La música del radio sale de los parlantes y empiezan los murmullos. Son las 7:20 a. m. del 1.° de agosto. Andrea Córdoba es la donante, y con ella se inicia un proceso de 22 horas.
Julio, el hermano menor de Andrea, está un piso más abajo. En la pensión, sus padres, Marielos y Julio, lo acompañan y con palabras sencillas tratan de explicarle parte del procedimiento que se viene.
En un pasillo, un grupo de especialistas repasa a manera de examen los pasos que deberán seguir cuando llegue el pequeño Julio.
Y al frente, la sala número cuatro de operaciones luce impecable a la espera del momento en que se colocará el nuevo órgano. Al tratarse de dos personas y dos cirugías, ambas se realizan en salones diferentes.
En otro sitio
El movimiento en la sala número tres avanza con el paso del tiempo. Los encargados de la cirugía de Andrea prácticamente ni se percatan del reloj.
Los médicos japoneses observan, son los ticos quienes lideran el trabajo.
Una vez que extraen una parte del hígado de la mujer, la especialista Mariamalia Matamoros inicia un masaje suave sobre el trozo para sacarle toda la sangre. Una vez limpio se deposita en una taza especial a la espera de ser colocado en la cavidad del menor.
La cirugía de Andrea tarda cerca de nueve horas.
Pero mientras es operada, a las 11 a. m. se inicia la preparación de Julio: primero es anestesiado, luevo viene la limpieza de su cavidad toráxica y la colocación de tubos y más tubos.
El hambre también llega y a la 1 p. m. se forman grupos para almorzar, en un pequeño comedor, en el piso tres. El rito se repetirá a las 5 p. m. y las 9 p. m.
Después de almuerzo el grueso del equipo se traslada a la sala cuatro, donde está Julio, para comenzar la parte más complicada: extraer el órgano dañado y colocar el nuevo.
Suena sencillo, pero no es nada fácil: hay cientos de milimétricos vasos que unen el hígado a todo el sistema, y quitarlos es trabajo de hormigas que realizan los visitantes asiáticos.
A las 10:30 p. m. se extrae el órgano del niño y 45 minutos después empiezan a colocar el otro. El trasplante termina pasadas las 5 a. m. del 2 de agosto.
Entonces, como ya es tradición, se escucha el Mambo N.° 5 (de Lue Bega) como símbolo de que todo salió bien... 20 minutos después, los nipones deben estar en el aeropuerto.