Éricka Vargas Umaña creció con los malos olores que penetran a su casa cuando arrecian los vientos sobre el estero de Puntarenas.
“Mis papás viven acá desde 1948, y siempre hemos percibido los fuertes olores”, contó Vargas, quien tiene 29 años.
La fetidez que llega a su hogar proviene de 14 tuberías que descargan aguas con heces en diferentes puntos del estero.
Este sistema vierte por segundo seis galones de aguas sucias compuestas por los lixiviados de los tanques sépticos de la ciudad.
La falta de una planta de tratamiento condena a este hábitat a la contaminación, y a sus cientos de vecinos a soportarlos.
En el 2003, el promedio de coliformes fecales (contaminación fecal) llegó a 11.400 coliformes por cada 100 mililitros de agua cuando el nivel aceptable es de 460.
El laboratorio de Acueductos y Alcantarillados (AyA), de Puntarenas, no dispone de datos más recientes porque se suspendieron las mediciones en ese sector.
“No se necesita ser sabio para deducir que persiste la alta contaminación”, dijo Darner Mora, director del Laboratorio Nacional de Aguas de AyA.
Para ponerle fin al problema, Puntarenas necesita una segunda planta de tratamiento.
Dos realidades. Actualmente, solo un 30% de las aguas sucias de Puntarenas van a una planta de tratamiento.
Ubicada en El Roble, esta planta recibe los vertidos de esa comunidad, de Barranca y de las vecindades del hospital Monseñor Sanabria, el Hotel Fiesta y del Centro de Rehabilitación.
Sus aguas sucias se tratan con sofisticados sistemas bacteriológicos que eliminan un 90% de la contaminación fecal y química.
Estas aguas viajan luego de la planta al estero, pero en niveles de contaminación aceptables para depositarlas en el ambiente.
De este sistema carecen Puntarenas centro, Chacarita, 20 de Noviembre y Fray Casiano, entre otros barrios, que generan el 70% de las aguas residuales.
Sus lixiviados viajan al estero por un sistema de 14 alcantarillas que solo recoge desechos sólidos a través de coladeros.
“Nada es viable en Puntarenas, con su crecimiento de población y turismo, si no se arregla el tema del alcantarillado”, dijo Ricardo Sancho, presidente del AyA.
Aseguró que definirán en mayo de dónde obtendrán los $60 millones (¢30.000 millones) que cuesta construir esta planta.
Impacto. Esta obra es una promesa que esperan ver algún día quienes llevan años luchando por el estero, un ecosistema que es refugio de aves, monos y otras especies.
“Avanzamos mucho porque ahora las industrias tratan sus aguas y ya hay vida en el estero, hay camarones, róbalos y otros peces que antes no se veían”, contó Berny Marín, biólogo marino y miembro de la Comisión Interinstitucional Salvemos el Estero de Puntarenas.
“Sin embargo, la contaminación fecal y de desechos sólidos son grandes problemas, por dicha, las corrientes evitan que esto afecta nuestra playa, falta mucho trabajo que hacer en este campo”, dijo.
Efectivamente, la naturaleza fue generosa con las playas puntarenenses muy visitadas ahora por turistas ticos y extranjeros.
La ubicación del estero y los movimientos de las corrientes impiden que la contaminación del estero llegue a la playa, la cual tiene en Puntarenas centro bandera azul.
Sin embargo, la descarga de aguas sucias va directo al golfo de Nicoya, en el sector de Punta Morales, donde no hay mediciones sobre los niveles de coliformes fecales.
Colaboró Ronny Soto. Corresponsal en Puntarenas