
Thiaroye, Senegal. AFP. Tras la desaparición o muerte de una decena de muchachos, algunos ahogados en el mar en el camino de la emigración clandestina hacia España, las madres del pueblo de Thiaroye, cerca de Dakar, intentan ahora retener a quienes desean partir.
Sentada en el patio de su casa, Yayi Bayam Diuf, una senegalesa de Thiaroye, no logra contener las lágrimas cuando mira la fotografía de su único hijo, que el mar le arrebató en abril cuando trataba de llegar a España ilegalmente.
"Se fueron en dos piraguas, y la de mi hijo se hundió. Los de la otra piragua no podían acogerlos a bordo y murieron todos", explica.
"Los de la otra piragua nos informaron sobre su llegada a España. Deberían haber sido 50 a bordo y finalmente eran 81", prosigue.
Yayi confiesa que estaba enterada de que su hijo, de 26 años, iba a marcharse para llegar a España y tratar de llevar una vida mejor.
"Era consciente de los riesgos, pero también pensaba que era la mejor forma para él de tener un futuro mejor", asegura.
Marruecos y España han reforzado la vigilancia en sus costas atlántica y mediterránea, así como en los enclaves españoles de Ceuta y Melilla, en el norte de Marruecos, con el objetivo de atajar la inmigración clandestina.
Estas medidas de seguridad han obligado a tomar como punto de partida zonas más al sur. Las salidas desde San Luis, al norte de Senegal, y Dakar, son cada vez más frecuentes, lo que multiplica el riesgo de que los viajeros perezcan, ya que el trayecto hasta las Canarias dura unos ocho días.
Después de la muerte de su hijo, Yayi creó un pequeño grupo para informar a las mujeres sobre el peligro que corren los jóvenes que quieren llegar a España de forma clandestina.
Algunos parientes estiman que unos 100 jóvenes de Thiaroye han muerto en el mar o están en paradero desconocido. "Estamos tratando de frenar este fenómeno. Al principio, las mujeres del pueblo daban dinero a sus hijos para que pudieran irse, ahora tratamos de retenerlos", dijo Yayi.