Sabaneta. (Barinas). No es este un pueblo mágico de personajes semidivinos ni creencias alucinantes. No hay nombres grandilocuentes ni leyendas de familias que se vaciaron la sangre con historias míticas como la que, sin duda, comienza ahora con la muerte de Tribilín.
Sí, Tribilín, aunque suene a dibujos animados. Así le decían por flaco, alto, orejón y quizá también por histriónico, pero en los registros históricos de la escuela aparece llamado Hugo Rafael Chávez Frías, el hombre cuyo cadáver yace ahora inmóvil en Caracas, relleno de químicos de conservación y rodeado de miles de personas que le juran amor y lealtad eternas.
No es este un pueblo ni siquiera añorable por pequeño o acogedor, como dicen que era cuando Tribilín, el hijo del maestro Hugo de los Reyes, se echaba peroratas grandilocuentes extrañas para ser un niño de 9 años fanático del béisbol. Hablaba de Simón Bolívar y, con aires de trascendencia, decía que iba a ser presidente de Venezuela.
“Nosotros nos reíamos, aunque sí era un niño excepcional, astuto y con mucha lectura, con ideas muy firmes. Pero sí, claro que nos hacía gracia oírle eso”, cuenta Flor Figueredo, la maestra a quien todos en este pueblo consultan cuando quieren saber detalles de la infancia de su héroe revolucionario.
La consultan todos menos los familiares y excompañeros de Hugo, que ayer vagaban dedicando su día a los recuerdos de las coplas con las que compensaba su falta de guapura y linaje; y de los juegos de béisbol en los recreos.
“No usábamos bate para no sacar la pelota de la escuela. Le pegaba con lo la mano cerrada. Entonces yo una vez le piché una pelota que fabriqué con madera, no la de goma de siempre, y casi se quiebra la mano. Por suerte no le pasó nada”, recuerda riendo Gardencio Artahona, recostado en el muro de la escuela.
Por suerte, pensará, porque Chávez era zurdo, una clase de guiño ideológico. Con la izquierda le gustaba “ pitchar ” y también podía bajar de un golpe a sus compañeros, todos más bajos que él, aunque más gruesos.
Así intentaban recordar anécdotas y establecer paralelismos con el político duro, golpeador y golpeado, al que esta semana la muerte obligó a dejar el poder que ejerció por 14 años con un fuerte apoyo de sectores populares.
Sus retratos se multiplicaban por decenas en su pueblo como quizá por toda Venezuela. La diferencia es que los allegados conocieron a Chávez antes de que se enrolara con el Ejército y comenzara su ascenso al olimpo, como creen ellos.
Aquí, donde no podía faltar una estatua de Bolívar en centro de la plaza, habrá pronto una de Chávez. “Te lo prometo”, escribió una mujer en un cuaderno dispuesto para que todos tutearan al Comandante con más derecho que en el resto de regiones de Venezuela.
Porque ahora, Sabanera de Barinas se siente el huevo de donde nació el gallo capaz de sacar pecho y cantar ante “el imperio yanqui”, el “libertador del siglo XXI”, como decía una de las decenas de afiches en el centro del parque.
Claro que están orgullosos, pero también agradecidos. Chávez dedicó muchos recursos a Barinas, un estado que carece de riquezas mineras o petroleras. Por él o porque su hermano Adán gobierna el estado, la carretera desde el aeropuerto a Sabaneta es un muestrario de fincas, fábricas y mercados bautizados con nombres de “socialistas”, “bolivariano”, “revolucionario” o “del pueblo”. “Y prontito será todo ‘chavista’, porque Hugo es ahora el más grande, el que dio la vida por todos nosotros”, decía una mujer bien vestida en una de las numerosas conversaciones de parque ayer en Sabaneta.
A su alrededor, jóvenes circulaban en fila jalando una bandera venezolana, mientras decenas de oficiales de la Guardia Nacional vigilaban el sitio agarrados a sus AK-103, fusiles de asalto de fabricación israelí.
También sonaban canciones escritas para Chávez. Algunas de la campaña electoral de las elecciones que él ganó en octubre. “Eres tú el astro que junto a Fidel Castro nos hiciste los milagros”, decía una parte de la letra.
El centro del pueblo era suyo ayer. Quizá sea punto de adoración chavista y para ello quieren unir la escuela donde él estudió con una propiedad donde vivió la abuela de Chávez, sede ahora de un colegio llamado “Mamá Rosa”.
“En medio solo hay una propiedad que es de unos italianos millonarios. Los van a sacar de ahí, expropiar se llama, para poder hacer esto bien bonito”, anuncia Artahona, “porque el chavismo tiene que continuar”.