Moscú. Una ola de censura anega el mundo de la cultura en varios países de la extinta Unión Soviética, con la prohibición de canciones, retirada de libros de los escaparates, consignas para la prensa e incluso condenas al ballet y la ópera.
Los intentos del Kremlin para hacerse con el control de la cadena de televisión privada NTV y acallar sus críticas no son una novedad en la Comunidad de Estados Independientes, que hace diez años conformaba la URSS.
Renovados ataques a la libertad de expresión se extienden desde Asia Central a Ucrania, país para el que ayer una comisión de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa pidió la exclusión de esa organización por las agresiones e intimidaciones del poder contra periodistas, que en algún caso llegaron al asesinato.
En Kazajistán, los periodistas tiemblan ante la nueva directiva oficial que limita el acceso a Internet y establece fuertes multas para los medios de prensa que empleen otra información que no provenga de fuentes oficiales.
Esta legislación impedirá que los periódicos más independientes reproduzcan noticias occidentales en los que se denuncia la corrupción rampante en Kazajistán.
En Moscú, el fantasma de la censura estalinista visitó con décadas de retraso al escritor Bayán Shiriánov, quien esta semana vio como uno de sus libros, titulado Bajo pilotaje era retirado de una de las librerías más grandes de Moscú, por la forma ruda en que retrata a la sociedad.
Varios medios señalaron que la prohibición de esta obra puede convertirse en una tónica en la nueva Rusia que prefiere ocultar sus pecados y escándalos.
"Un fantasma recorre Rusia. Y es evidente que no es un fantasma de democracia y libertad de palabra", comentó la revista digital rusa High.ru .