Las calles de Bagdad están empapeladas con retratos gigantescos de los jefes religiosos chiitas, que ponen de manifiesto quién ostenta realmente el poder en Iraq, cuya opinión pública se encuentra dividida sobre el texto de la Constitución provisional.
Los chiitas dicen apoyar a su influyente jefe religioso, el gran ayatolá Ali Sistani, cuyas reticencias sobre un artículo de la Carta Magna –considerado favorable a la minoría curda– obligaron el viernes a aplazar su firma.
Las reservas del ayatolá Sistani explican el cambio de parecer de varios miembros chiitas del ejecutivo iraquí que habían dado su visto bueno al texto el pasado 1.° de marzo.
“Estoy contento de que la firma haya sido postergada a petición de Sistani”, comenta Haider Dabag, de 35 años, un comerciante chiita del barrio Karrada, en el centro de Bagdad.
“Creo que esto permitirá dar una mejor Constitución al pueblo iraquí y si Sistani dice que la apoyará, todo el mundo lo hará”, asegura.
“El Consejo de gobierno no ha sido elegido y no lo apoyamos”, afirmó Kais al Bayati, de 25 años, un empleado chiita de otro comercio, que se encuentra frente a un retrato de Sistani, con su característica barba blanca.
Este joven chiita se adueña de una opinión muy extendida entre los religiosos chiitas que vieron multiplicarse su poder desde la caída del régimen del expresidente Sadam Husein, que tanto los había oprimido.
“Sistani es la única persona que tiene en cuenta nuestros intereses y por eso lo apoyamos y seguimos sus preceptos”, agregó.
El dignatario religioso es muy popular entre la juventud. “Si Sistani aprueba esta Constitución concordaremos, porque las personas confían en él y defiende los intereses del pueblo”, asegura Buchra Mohammad, universitaria de 18 años.