
La alegría desbordada de muchos puertorriqueños que celebraron el cambio de año disparando sus armas de fuego al aire se ha convertido en un quebradero de cabeza para las autoridades de la isla, por las numerosas víctimas que han producido.
El problema de las balas perdidas, que ayer cobró la vida de una menor herida el pasado 31 de diciembre, es tan crítico en Puerto Rico que no tiene comparación con otros lugares de Estados Unidos.
Así lo aseguró el secretario del Departamento de Salud (DS), Johnny Rullán, quien informó de que ha invitado al país a 10 epidemiólogos del Centro para el Control de Enfermedades (CDC) de Atlanta (Georgia), a evaluar la situación y ofrecer posibles soluciones al problema.
Las autoridades médicas y policiales informaron ayer de que la niña de nueve años Jessica Pacheco Calvente murió en el Hospital Pediátrico del Centro Médico de San Juan, tras sufrir muerte cerebral a causa de una bala perdida que le penetró y se alojó en su cabeza.
Ante esas situaciones, los especialistas que llegarán este fin de semana a la isla trabajarán por un mes junto a la División de Epidemiología del DS para estudiar las causas de este “fenómeno social” y evitar tragedias similares, según Rullán.
Entre las últimas horas de la Nochevieja y las primeras del Año Nuevo, 25 personas resultaron heridas de bala, entre estos cuatro menores de edad, por lo que Rullán calificó como una epidemia la situación.
En los últimos cinco años la cifra de heridos a causa de balas perdidas ha alcanzado las 80 personas.
“Esto es una cosa bien seria que no ocurre en ninguna otra parte de Estados Unidos”, dijo Rullán.
Indicó que el estudio que realizarán esos especialistas incluirán entrevistas a padres de las víctimas de balas perdidas en los últimos cuatro años, además de entrevistas a “potenciales agresores” que se identificarán.