La Habana. Miguel Díaz-Canel, ingeniero electrónico de 57 años, número dos del gobierno y militante del Partido Comunista, se alista para suceder a Raúl Castro en la Presidencia de Cuba, un relevo que dará paso a una nueva generación dentro de la revolución en la Isla.
“Me asiste la honrosa misión, en nombre de la Comisión de Candidaturas Nacional, de proponerles para presidente de los Consejos de Estado y Ministros de la República de Cuba al compañero Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez”, dijo el miércoles su presidenta, Gisela Duarte, ante la Asamblea Nacional.
Tras el anuncio, Díaz-Canel y Raúl Castro se estrecharon en un abrazo. Minutos antes habían ingresado juntos y ocupado sus asientos como diputados en el palacio de las Convenciones de La Habana.
Detrás de ellos se encontraban Ramón Machado Ventura y Ramiro Valdés, históricos de la revolución y también vicepresidentes de Cuba.
El planteamiento, sometido al voto del pleno de la Asamblea Nacional, también incluye como candidato a primer vicepresidente al sindicalista afrocubano Salvador Valdés Mesa, de 72 años. En la lista además van las propuestas únicas para cinco vicepresidentes, un secretario y los otros 23 miembros del Consejo de Estado.
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El resultado de la votación, que se conocerá en la sesión de este jueves, está fuera de dudas. La fecha es simbólica: corresponde al 57.º aniversario de la victoria en bahía de Cochinos (playa Girón), cuando fueron derrotadas las tropas anticastristas, entrenadas y financiadas por Estados Unidos en 1961.
Los 31 cargos del Consejo de Estado son nombrados entre los 605 diputados que integran la Asamblea Nacional, elegida por voto popular en marzo. El nuevo Parlamento también se instaló este miércoles y mantuvo como su presidente a Esteban Lazo, en el cargo desde el 2013.
El Consejo de Estado renovará a 13 de sus 31 miembros. Combatientes hístóricos como Ramón Machado Ventura (87 años) o Álvaro López Miera (76 años) dejan el grupo, pero permanecen Ramiro Valdés (85) y el nonagenario Guillermo García.
Luego del triunfo de la revolución en 1959 y la elección de Fidel Castro como presidente en 1976, Cuba solo ha tenido una transición real, cuando en el 2006 Fidel enfermó y le pasó el mando a su hermano menor.
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Fidel Castro murió a fines del 2016 y ahora es Raúl, de 86 años, quien cederá su asiento a un representante de la nueva generación.
Díaz-Canel continuará con las reformas económicas iniciadas por su antecesor, y conducirá la política en la isla frente a la agudización del embargo de Estados Unidos y el retorno de Washington a un lenguaje que, para La Habana, rememora a la Guerra Fría.
En el 2015, Cuba y Estados Unidos retomaron relaciones diplomáticas tras medio siglo de ruptura, y al año siguiente Barack Obama visitó la Isla. Sin embargo, la llegada de Donald Trump detuvo ese acercamiento.
Arduo desafío
Este militante de tez blanca, ojos claros y cabello cano, proveniente de las canteras del Partido Comunista de Cuba (PCC), tendrá una difícil misión.
Por primera vez en décadas, el presidente no será un miembro histórico de la revolución de 1959, no vestirá el uniforme verde olivo ni será el líder del Partido Comunistas que concentra el poder y el único autorizado en la Isla.
Pero podrá suplir esas carencias con el apoyo de Raúl Castro, quien mantendrá el liderazgo del PCC hasta el 2021. Desde allí puede asegurar el apoyo de la vieja guardia, percibida en su mayoría como reacia a los cambios.
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”Él no es ni Fidel ni Raúl, y las personas no van a tener con él la misma relación (de mando). Tiene que mostrarse más capaz de hacer cosas”, consideró el politólogo cubano Arturo López-Levy. Pero “esta transición no es improvisada, sino que muy bien estudiada a partir de la experiencia que ellos admiten como exitosa, de Fidel a Raúl”, agregó.
Para actuar deberá tener en cuenta los lineamientos aprobados por el PCC y el Parlamento, que trazaron las orientaciones políticas y económicas hasta el 2030.
“El gobierno que estamos eligiendo se va a deber al pueblo, el pueblo va a participar en las decisiones”, manifestó Díaz-Canel luego de votar en las últimas elecciones legislativas.
Las reformas apuntan a reactivar una economía que creció 1,6% en el 2017, altamente dependiente de las importaciones y de la ayuda de su hoy debilitado aliado Venezuela.
La tarea más urgente es la unificación de las dos monedas nacionales que circulan en el mercado, además de la eliminación de tasas de cambio preferenciales para empresas estatales -que son la mayoría en la Isla- una situación que genera distorsiones en la economía.