
Ankara. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha causado sorpresa al pedir una nueva Constitución como parte de las reformas que dice querer aplicar, pero sus oponentes sospechan de sus verdaderos motivos a dos años de elecciones cruciales en Turquía.
El país ya aprobó por referendo en el 2017 una profunda revisión constitucional que reforzó considerablemente los poderes de Erdogan al hacer pasar al país de un régimen parlamentario a un sistema presidencial, el cual sus detractores describen como autoritario.
Pero envió una onda de choque a la escena política el 1.° de febrero al manifestar que está a favor de una Carta Magna totalmente nueva. Argumentó que las constituciones turcas desde los años 1960 habían sido redactadas por gobiernos surgidos de golpes de Estado militares.
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"Está claro que en la raíz de los problemas de Turquía se encuentran las constituciones escritas por golpistas", afirmó en un discurso.
El ministro de Justicia, Abdulhamit Gül, afirmó que la Ley Fundamental que desea Erdogan sería “civil y democrática”, dando a entender que debería, al menos en teoría, ampliar las libertades.
Pero los opositores de Erdogan dudan de su voluntad de aplicar verdaderas reformas cuando los defensores de los derechos humanos se alarman por el aumento de la represión y el deterioro del Estado de derecho desde hace varios años.
Sospechan de maniobra
La oposición teme también que los debates sobre una nueva Constitución sirvan de “distracción” que permita a Erdogan desviar la atención de los efectos de la pandemia de covid-19 y del marasmo económico.
“Se trata de una maniobra para evitar que se hable de la situación económica, de los problemas de los campesinos o de los comerciantes, así como de las violaciones de los derechos”, estimó Idris Sahin, vicepresidente del Partido de la Democracia y del Progreso (DEVA), fundado el año pasado por Ali Babacan, un antiguo aliado de Erdogan.
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Al preconizar una nueva Constitución, el presidente podría tomar por sorpresa otras iniciativas de reforma promovidas por la oposición, que reclama un retorno al sistema parlamentario, señalan los observadores.
A dos años de las elecciones generales del 2023, que se anuncian complicadas para él, Erdogan podría también sentirse tentado de establecer, mediante una nueva Carta Magna, un sistema electoral que facilitaría su reelección.
“El electorado de la coalición gobernante se está disolviendo”, afirmó Aysuda Kölemen, politólogo del Bard College de Alemania.
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Erdogan, en su opinión, ya no está seguro de obtener más del 50% de los votos necesarios para ser elegido en la primera vuelta en el 2023, ni siquiera de ser elegido en la segunda vuelta.
“Consciente de que está en una trayectoria perdedora, Erdogan busca una fórmula ganadora”, consideró Galip Dalay, investigador asociado a la Robert Bosch Academy de Berlín y al centro de reflexión Chatham House de Londres.
Esta "fórmula ganadora" podría consistir también en jugar con las tensiones internas en el seno de la oposición que podrían verse exacerbadas por debates sobre temas candentes, como la cuestión kurda, y cómo deben abordarse en el marco de una nueva Constitución.

Según un diplomático occidental, el objetivo de Erdogan sería “dividir a la oposición obligando a los partidos a tomar posición” y calificarlos como “defensores” o “detractores” de Turquía.
Erdogan acusa a los partidos de la oposición de “connivencia” con la formación prokurda HDP, a la que considera el escaparate político del PKK, punta de lanza de la insurrección kurda, declarada “terrorista” por Ankara y sus aliados occidentales.