México. AFP. En México el ser sicario pareciera ya un “trabajo” como cualquier otro, con individuos que matan “rápido y limpio” o que, como El Pozolero , disuelven cádaveres en ácido por $600.
Expertos mexicanos en psicología criminal y jurisprudencia llegaron a esa conclusión al estudiar el fenómeno de los sicarios del narcotráfico y a Santiago Meza López El Pozolero , detenido en enero pasado y que confesó haber disuelto en ácido unos 300 cuerpos por encargo de un cartel.
Los sicarios “se sienten muy orgullosos de hacer su trabajo, porque ellos dicen que salen a trabajar”, dijo la psicóloga Feggy Ostrosky, quien en cárceles mexicanas ha estudiado a más de 270 criminales de distinta peligrosidad, incluidos asesinos a sueldo del narcotráfico.
La forma de trabajar de los sicarios es “limpia y rápida”, tienen poco contacto con sus jefes, “solo los llaman cuando tienen que darles un blanco a eliminar” y utilizan códigos de comunicación creados por ellos mismos para evitar que otros los entiendan.
El componente económico, añade por su lado Martín Barrón, jurista e investigador del Instituto de Ciencias Penales, es sin duda uno de los mayores atractivos para enrolarse como sicarios, como ocurrió con El Pozolero , un hombre de 45 años que antaño fue albañil.
“Le pagaban $600 dólares por disolver un cuerpo. Si había sido albañil, ¿cuanto ganaría? Tenemos ahí un problema de economía. El sujeto se dedica a eso por una cuestión económica”, añade Barrón, quien investiga el tráfico de drogas desde un ángulo social.
Ostrosky describe a los sicarios como psicópatas “que no están locos, sino muy cuerdos”, con una personalidad arrogante pero al mismo tiempo encantadora, incapaces de experimentar simpatías y sin sentimientos de culpa pues ven su actividad criminal como un trabajo ordinario.