Fabián Guillermo Sarmiento, un profesor de deportes, y su pareja Deysy Yamile Riaño, fueron víctimas de una intoxicación mientras se hospedaban en un glamping, en Manta, Colombia, el pasado 9 de abril. Él se salvó, pero ella falleció.
Glamping combina las palabras glamour y camping; consiste en acampar al aire libre en cabañas vacacionales, casas de árbol o carpas equipadas, con todas las comodidades de un hotel tradicional.
Sarmiento y su familia hoy padecen los estragos del veneno en su cuerpo. Doña Mariela Díaz, madre del hombre, llora todos los días porque desde el pasado 22 de abril, cuando su hijo fue dado de alta y enviado a su casa, ha tenido que ver cómo, día a día, se deteriora su salud.
“Él salió recuperado, hablando, pero ha venido involucionado. No sé qué le pasa, los médicos no me explican y el dueño del glamping no responde por esta tragedia que nos ocasionó”, asegura la señora.
Fabián alcanzó a durar ocho días relativamente bien, pero, al termino de ese tiempo, la familia tuvo que llevarlo a una cita con el neurólogo en la clínica El Lago, en donde lo han venido tratando.
“El médico me dijo que posiblemente tenía una infección urinaria porque se quejaba mucho y por eso lo hospitalizaron otra vez a partir del 5 de mayo. Entró caminando y hablando, pero cuando me lo entregaron ya ni siquiera se movía”, lamentó la madre.
La familia dice que mientras estuvo internando no lo trataron con antibióticos y que cuando llegó el infectólogo dijo que el paciente no tenía nada. “Lo peor es que le dieron salida sin ningún papel ni nada. Sin órdenes. Eso nos tiene desconcertados”, añadieron.
Poco tiempo después el profesor volvió a tener una recaída. “Tuve que ver cómo su cuerpo se comenzaba a poner rígido. No podía mover nada, su rostro, nada. Le dije a mi nieta que fuera y buscara al neurólogo y lo mandó a hospitalizar al otro día. Supuestamente nos iba a ayudar para que él tuviera asistencia en casa, fisioterapia, todo lo que necesita”, aseguró doña Mariela.
Las veces que ha ido a verlo a duras penas mueve la boca y ya no tiene control de esfínteres. “No nos explican bien qué tiene, por qué retrocedió ni cómo va a quedar. Necesitamos además documentos que nos certifiquen cómo está él para poder proceder con ayudar. Los médicos a veces han sido muy duros conmigo, uno me dijo que él salía para pensión, que quedaba así para siempre, así, con esa frialdad”.
La familia se resiste en este momento a llevarse a Fabián a la casa hasta que no les den un parte médico completo. También requieren de una cama especial para poder maniobrar con él y de médicos y fisioterapeutas que los asistan en su domicilio. “Hace poco una señora nos dio una silla de ruedas, pero a mí me ha tocado muy duro. Yo vivo en un segundo piso, sola, todo ha sido muy duro”.
Fabián se comunica con los ojos, a veces, cuentan, se les llenan de lágrimas, sobre todo cuando sus hijas le hablan por teléfono. “Él está sufriendo. Ya sabe que su pareja murió. Él solía decir que ella lo había acompañado al hospital”, contó la entrevistada.
Según el índice de Barthel, que mide la capacidad de la persona para la realización de diez actividades básicas de la vida diaria, obteniéndose una estimación cuantitativa del grado de dependencia del sujeto, la situación de Fabián no es la más esperanzadora en este momento. “Vamos a tener que luchar hasta para que la EPS le de pañales. Llevarlo cada rato al hospital no es una opción, yo no tengo para pagar todo el tiempo taxis”, contó la madre.
¿Qué pasó?
De acuerdo con las primeras versiones de las autoridades, una fuga de gas en el calentador de la habitación habría intoxicado a la mujer hasta llevarla a la muerte. Según la hermana de la mujer fallecida, el calentador del gas estaba conectado con tuberías de PVC muy improvisadas. “La llave giraba y se abría el conducto. Estaba mal instalado, había un escape y eso mató a mi hermana. El monóxido la envenenó”, agregó. El gas se dispersó en la noche mientras la pareja dormía, lo que hizo que fuera imposible de detectar. “Los adormeció, porque ese es el efecto que tiene ese gas hasta que los asfixió”, narró.
El abogado de la familia de Fabián Guillermo Sarmiento avanza en el proceso, pero aún faltan trámites porque no han recibido información sobre el avance del caso. “Mi nieta está al frente de ese proceso. Yo no tengo tiempo”, cuenta doña Mariela.
Le piden al dueño del glamping que responda por todos los daños y perjuicios que le causó a la familia. “Sus hijas están muy afectadas. Sufren mucho por verlo así después de haber sido todo un deportista”.
Los allegados de Deisy van a emprender una causa, y es que la Gobernación de Cundinamarca y el Gobierno Nacional y local empiecen a regular estos sitios de glamping que ahora pululan en varios departamentos en el país.
“Ahora todo el mundo monta un sitio de estos y quién los controla. Que lo hagan, pero garantizándoles la seguridad a los clientes. Con toda la responsabilidad del caso, con buena ventilación, con estructuras fuertes y seguras, con todo el papeleo al día”, dijo Claudia Riaño, hermana de la víctima.
Según cuentan, el profesor de deportes estaba viviendo en Mapiripí, Boyacá, pues había logrado un contrato de trabajo, pero antes había vivido en Ubaté, en donde conoció a Deisy. “Ellos comenzaron una relación hace más o menos unos seis años, incluso vivieron un periodo en Bogotá, pero tuvieron intervalos de tiempo en los que no estuvieron juntos, menos en pandemia. Recién estaban volviendo a fortalecer su relación”.
Mientras que Deisy quería que su pareja emprendiera con ella algún negocio, Fabián deseaba seguir ejerciendo su profesión porque es un trabajo que lo apasiona. “A él le gusta mucho su libertad, sus deportes, su fútbol, el aire. Esa es su vida. Ellos estaban llegando a sus acuerdos como toda pareja. Es normal”.
Durante la pandemia trabajó como profesor de natación con aforo limitado y luchaba por obtener contratos para desempeñarse en el área que siempre lo ha apasionado: los deportes. “Él me mandaba fotos trabajando, en sus partidos. La última que me mandó era una en donde estaba muy contento al lado de su equipo de fútbol y me decía: me gané la de oro. Lo felicité, le dije que su uniforme me parecía muy bonito. Después no supe más de él. Eso fue el sábado 9 de abril”.
Lo último que supo Mariela sobre su hijo es que aquella noche había pitado un partido hasta las 10 p. m. y que después de esa actividad preguntó al personal de las canchas en qué hotel se podía quedar con su pareja y le dieron como referencia el glamping que quedaba muy cerca del municipio de Manta (Cundinamarca), a cinco minutos en tiempo de desplazamiento.
Y así fue que comieron y partieron para aquel sitio de hospedaje.