
La plaza Tahrir, epicentro de la revuelta iniciada el 25 de enero, vuelve a ser escenario de manifestaciones en favor de una política democrática más resuelta, que por fin pase la página a los 30 años de régimen de Mubárak.
El Ejército, en el poder desde la renuncia del “rais” el 11 de febrero, empieza a acusar el desgaste del poder. Elogiado hace seis meses por su contención, ahora se ve bajo la sospecha de querer frenar los cambios, perpetuar los métodos represivos de antaño y apoltronarse en la cúpula del poder.
En los últimos meses se abrieron decenas de procesos contra miembros del extinto régimen, entre ellos los de Mubárak y sus dos hijos, que debe comenzar el 3 de agosto. Sin embargo, la justicia parece ser lenta y opaca.
Mientras, nuevos partidos surgen cada semana. La formación de Mubárak –antaño todopoderoso– ha sido disuelta y su sede, cerca de la plaza Tahrir, incendiada.
Sin embargo, no ha emergido ningún líder carismático ni partido democrático fuerte.
De cara a las elecciones legislativas anunciadas para el otoño boreal, los Hermanos Musulmanes aparecen como la fuerza mejor organizada. En las provincias, las redes clientelistas del extinto régimen podrían obtener importantes avances.
“Es una revolución, pero sin dirigentes, sin partido, sin líder, sin ideología precisa. Es una revolución incompleta”, constata Hasan Nafea, editorialista del diario independiente
“Estamos en un período de transición. No se ve claramente cuál será el régimen que espera a Egipto. Atravesaremos nuevas crisis”, pronosticó en una conferencia en El Cairo.
Para Ayman Nur, adversario de Hosni Mubárak en la elección presidencial de 2005, pese al levantamiento de enero no debe perderse de vista “la fuerte resistencia de Egipto al cambio”.
Por su parte, Denis Bauchard, especialista de Oriente Medio en el Instituto Francés de Relaciones Internacionales, cree que el proceso de democratización será “lento, complejo, progresivo y salpicado de turbulencias”.
Empero, la revolución de enero liberó la palabra y abrió las válvulas de una protesta que se ejerce a nivel político y social, dice.
Frente al conflicto abierto en Siria y Libia, o la crisis profunda en Yemen, el éxito de la aventura egipcia es crucial en la región.