
Bucarest (AP). Engañado por sus asesores, el fallecido dictador comunista Nicolae Ceausescu aún creía que los rumanos lo adoraban cuando faltaban pocas horas para su derrocamiento, dijo el miércoles su único hijo aún vivo en una entrevista a dos décadas de la caída del régimen.
Valentín Ceausescu dijo que su padre estaba alejado de la realidad en las horas antes de que una manifestación en su apoyo se volviera en su contra, lo obligara a huir de la capital y llevara a su derrocamiento.
Ceausescu indicó que los asesores de su padre no le dijeron la verdad de lo que pasaba, por lo que éste no entendió la furia popular que había contra su régimen y en cambio culpó a la Unión Soviética por intentar derrocarlo.
“Él no estaba informado acerca del alcance del descontento”, le dijo Valentín a The Associated Press en una entrevista poco usual. No le dijeron cosas que no le hubieran gustado.
Unas 1.100 personas murieron durante la revuelta de diciembre de 1989 que terminó con la dictadura de 25 años de Ceausescu. La mayor parte de las muertes ocurrieron entre el 22 de diciembre, cuando el líder huyó después de la manifestación, y la Navidad, cuando él y su esposa Elena fueron ejecutados tras un juicio sumario.
Valentín Ceausescu dijo que hubiera preferido que su padre muriera de inmediato, porque en esos días se perdieron cientos de vidas inocentes.
Mientras otros regímenes comunistas del este de Europa se derrumbaban, los rumanos, tradicionalmente tolerantes, se rebelaron tras años de racionamientos estrictos impuestos por el dictador, que intentaba pagar la deuda externa del país. La carne, el aceite y la mantequilla se limitaban severamente y los apagones eran comunes. Bucarest era en invierno la capital más triste del bloque comunista, con calles marcadas por baches, hielo y oscuridad.
Cuando el líder se enteró de que la revuelta que había comenzado en Timisoara el 16 de diciembre se había extendido a Bucarest, creyó que los rusos estaban detrás.
“Yo sabía que no eran sólo los rusos”, dijo Valentín. “Fue una rebelión contra Ceausescu”.
Valentin, de 61 años, ha trabajado durante veinte años como físico nuclear en el Instituto de Física Nuclear cerca de Bucarest. Contó que siguió el juicio a sus padres por televisión mientras estaba arrestado por socavar la economía controlada por el estado.
“Simplemente lo miré y me sentí avergonzado de ser rumano”, dijo. “No sentía que ellos fueran mis padres”.
Hoy, Rumania tiene grandes deudas y depende de una línea de crédito del Fondo Monetario Internacional, mientras las disputas políticas internas la paralizan.
“La gente esperaba algo de esta revolución y no lo recibió”, dijo Valentín. “Veo mucha gente desilusionada y no me hace feliz”.